por César Alcalá
Cuando se inició la Guerra de la Independencia (1808-1814), en la que España se enfrentó a Napoleón, no solo existió el conflicto bélico, paralelamente a este el ejército napoleónico se dedicó a expoliar el patrimonio artístico español. Fue una incautación encubierta, bajo la excusa de crear un Museo Nacional de Pinturas o Museo Josefino (por José Bonaparte).
El proyecto era crear un Museo Nacional de Pinturas en el palacio de Buenavista de Madrid a imagen y semejanza de los ya creados en Europa por Napoleón, como la Pinacoteca de Brera en Milán y los museos de Bellas Artes de Bruselas y Ámsterdam.
La idea era que el Museo Josefino fuera el primero de otros que se crearían en Sevilla, Granada y Barcelona. La evolución poco favorable de la guerra, con la ayuda que España recibió de Inglaterra, hizo que todo aquello se quedara en un proyecto. A estos museos irían a parar las obras expoliadas de los monasterios y de las colecciones privadas. En total se hicieron con unos 1.500 cuadros.
No hubiera pasado nada de quedarse las obras depositadas en su sitio o las hubieran devuelto a su lugar de origen, pero nada de esto ocurrió. ¿Qué pasó con aquel inmenso patrimonio artístico? Nada de todo esto ocurrió. Las obras fueron a París y, una vez allí o bien se incorporaron al Museo del Louvre, a otros museos, o se vendieron a coleccionistas.
las tropas napoleónicas ya habían expoliado a media Europa, así que no fue una novedad el saqueo que realizaron en España. El 18 de julio de 1809 un real decreto suprimió las órdenes religiosas masculinas, pasando el patrimonio artístico de los monasterios e iglesias al Estado. A esto se debe añadir la confiscación de piezas de arte a aquellos nobles y aristócratas partidarios de la monarquía española y contrarios a Napoleón.
Lo primero que ocurrió se llama pillaje y corrupción. Quedaron depositadas en almacenes poco vigilados o con soldados entregados a la causa del dinero y que se dejaban comprar. Muchas de las obras desaparecieron.
En un primer momento, el encargado del expolio y la conservación del mismo en depósitos fue Frédéric Quilliet, junto con Maignieu, Napoli y G.A. Wallis, que fueron destituidos en el 1810 debido al elevado número de cuadros y obras de arte que desaparecieron. Se creó una nueva comisión formada por Manuel Napoli, Mariano Salvador Maella y Francisco de Goya. Al no conseguir los fines previstos (se dice que Goya freno lo que pudo el expolio) Dominique Vivant, barón Denon, director del Museo del Louvre sustituyó a Goya.
Vivant decidió seleccionar 250 obras más de las previstas, con la excusa que eran la indemnización por la campaña militar en España. Las cifras son espectaculares. De Madrid salieron 1.500 cuadros, de Sevilla 1.000, de Valencia un número muy pequeño y otras ciudades fueron afortunadas y casi no sufrieron expolio. Todas ellas, junto con el Tesoro del Delfín (conjunto de orfebrería de 169 piezas). de Luis de Francia, hermano de Felipe V, se mandaron a París 300 cuadros en mayo de 1813. Añádase lo incautado a José Napoleón después de su derrota en Vitoria en junio de 1813. Al acabar la batalla, en uno de los carruajes, encontraron 200 pinturas, dibujos y grabados originales de Valladolid, Toledo y El Escorial. Estas piezas se las quedó el Duque de Wellington. Terminada la guerra y conocedor de la importancia de aquel patrimonio, escribió a Fernando VII para devolvérselo. El Rey felón le contestó regalándole íntegramente todo el lote pues «habían venido a su posesión por medios tan justos como honorables»
¿Qué pasó con los otros cuadros? Sirvieron de moneda de cambio. Se utilizaban como premio para los soldados por su valentía. Así, recibieron cuadros entre otros, los generales Jean de Dieu Soult (110 cuadros), Christophe Antoine Merlin (28 cuadros) Jean d'Armagnac, Armand de Caulaincourt, Jean-Joseph Dessolles, Jean Baptiste Eblé, Philippe de Faviers, o Horace Sebastiani de la Porta. Estos generales no se conformaron con estas recompensas y, con la ayuda del Diccionario histórico de las Bellas Artes en España de Cea Bermúdez, recorrieron los monasterios e iglesias de España, reconocieron los cuadros que les interesaban y se marchaban con ellos. Es decir, a parte del expolio oficial, existió este a nivel particular.
Podemos darle las gracias al conde Dupont que evitara que unos descerebrados no empezaran a desmontar La Alhambra, pues se la querían llevar piedra a piedra.
Aparte de los soldados, la invasión napoleónica trajo una serie de marchantes que seguían al ejército ahí por donde pasaban. Obviamente, su intención era la de hacer negocio. Además de Quilliet, también estuvieron por aquí los franceses Lebrun, Moignain, los ingleses Nathan y Wallis, o el holandés Coesuelt. La Venus del espejo de Velázquez es un claro ejemplo de la acción de estos marchantes en España. Originalmente, el cuadro estaba en la casa de Godoy; sin embargo, Quilliet vendió el cuadro de una manera fraudulenta –porque lo habían robado– a George Wallis. Por eso este cuadro hoy en día lo podemos ver en la National Gallery de Londres.
Wellington hizo que todo aquello fuera a Inglaterra. Entre ellas estaba la Última cena de Juan de Flandes y una Sagrada Familia de Giulio Romano. Pero la culpa no fue de Wellington. Terminada la guerra y conocedor de la importancia de aquel patrimonio, escribió a Fernando VII para devolvérselo. El Rey felón le contestó regalándole íntegramente todo el patrimonio pues «habían venido a su posesión por medios tan justos como honorables».
Cuadros españoles en otros países
Con el expolio napoleónico del patrimonio artístico español, a día de hoy, aparte de las colecciones privadas, encontramos cuadros en el Louvre, National Gallery, Hermitage, Museo de Bellas Artes de Budapest, en las Galerías Nacionales de Washington y Ottawa, el Walker Art Gallery de Liverpool o el Palazzo Bianco de Génova.
Fueron muchos más los robos que se llevaron a cabo que mencionarlos todos sería largo. Recogeremos algunas de aquellas obras se llevaron: Felipe IV de Castaño y plata de Velázquez en National Gallery de Londres; San Diego de Alcalá y el obispo de Pamplona de Murillo en el Museo de los Agustinos de Toulouse; El triunfo de la eucaristía de Murillo en la colección Lord Faringdon de Londres; La Virgen y el Niño de Ribera en Philadelphia Museum of Art; El tributo al César de Tiziano en National Gallery; en el Museo Wellington de Londres se encuentran el Retrato del Papa Inocencio X y El aguador de Sevilla ambas de Velázquez; o Dánae de Tiziano.
Con la caída de Napoleón y mediante el Congreso de Viena (1814-1815)se obligó a Francia a devolver el patrimonio artístico expoliado a España . Se hizo un inventario en el Museo del Louvre. Se localizaron 5.000 cuadros expoliados en toda Europa. Se encargó al general Miguel Ricardo de Álava que recuperara tantas obras como pudiera. El 30 de junio de 1816 llegaron a la Academia de Bellas Artes de San Fernando 284 pinturas y 108 objetos diversos. Entre los cuales obras de Rafael, Murillo, Zurbarán y Tiziano. El Louvre se quedó con ocho cuadros de pintura española. El resto de obras o bien se perdieron, o fueron a parar a colecciones particulares, o a museos.
Durante el gobierno de Vichy algunas obras de este patrimonio artístico español se trasladaron del Louvre al Museo Ingres de Montauban. Franco quiso comprar la Inmaculada de Murillo, por eso habló con Pétain. Esta obra había sido expoliada por el mariscal Soult en el periodo que hemos tratado. Con la táctica de que España apoyaría la Alemania nazi, los franceses accedieron a vender esta obra, junto con la Dama de Elche, las coronas visigodas de Guarrazar y el Archivo de Simancas. A cambio España les entregó La riña de Goya, el retrato de Antonio de Covarrubias de El Greco y Mariana de Austria de Velázquez.