La restauración estuvo dirigida en 1972 por el historiador del arte brasileño Deoclecio Redig de Campos y realizada por Vittorio Federici, Ulderico Grispigni, Giuseppe Morresi y Francesco Dati, restauradores de los laboratorios vaticanos. Se realizó en 7 meses.
Hace unos días se volvía a recordar el fatídico atentado de un perturbado mental contra la que se considera la obra culmen de Miguel Ángel Buonaroti, La Piedad ( o Pietá) creada entre 1598 y 1599 por encargo del cardenal Jean de Bilheres. Realizada por el escultor en un sólo bloque de mármol de Carrara, cuando sólo tenía 23 años.
Es importante destacar el esfuerzo y trabajo fundamental de los restauradores en aquel entonces, desprovistos de la tecnología actual, (si, en 1972 no había ni IA, ni medios digitales), y que gracias a su pericia y experiencia, ayudados por una replica exacta perdida en el antiplano peruano, lograron recuperar la que se ha considerado la sublimación del ideal renacentista.
Hoy no se quiere recordar tanto el atentado, sino la labor realizada por los restauradores y que en un tiempo record para el momento en que se ralizó (1972) devolvieron a la escultura toda su belleza.
El 21 de mayo de 1972, a las 11:30, Tóth László, un joven de 33 años de pelo largo y barba crecida, y formalmente vestido saltó por la balaustrada de la escultura y al grito de “Cristo ha risorto. Io sono il Cristo” (Cristo ha resucitado. Yo soy Cristo) sacó un martillo de geólogo de su chaqueta y comenzó a golpear repetidas veces a la Virgen y a Jesucristo ante la mirada atónita de cientos de visitantes.
El diario L’Unità publicaba: “La Piedad de Miguel Ángel está quizás irremediablemente destrozada”. El artículo explicaba la gravedad de los daños “Ha destrozado la expresión del rostro de la Virgen, que sostiene en sus brazos a Cristo muerto, y solo queda un recuerdo de la nariz. Un ojo y el velo están muy dañados. El brazo izquierdo y la mano están destrozados”, precisó.
Como detalla la publicación, la Virgen María fue la que recibió la mayor parte de los martillazos: en total fueron 12 golpes. . En el suelo, quedaron desparramados 100 pedacitos de mármol de Carrara.
Consultado por L’Unità, Giacomo Manzú, un destacado escultor de la época, opinó sobre el ataque a la invaluable obra de Buonarroti. “Es la mayor desgracia contra la civilización y contra la cultura (...) Nunca hubiera pensado que la locura o el desvarío pudieran desfigurar, si no destruir por completo, una de las obras maestras más significativas del hombre. Una restauración me parece una tarea casi imposible”.
Hubo un largo debate en el Vaticano sobre el tipo de restauración a realizar: muchos sugirieron dejar desfigurado el rostro de la Virgen, como evidencia de una época dominada por la violencia; otros prefirieron una restauración crítica, en la que se resaltaran las partes faltantes o rehechas.
Finalmente, se consideró e implementó la propuesta de restauración completa y la maquinaría de restauración papal, impulsada por Pablo VI, puso en marcha inmediatamente un plan de intervención, nunca antes realizado,
La misión que parecía imposible fue cumplida por las manos de expertos y recurrieron a los archivos para dar inesperadamente con una réplica exacta que habían enviado a Perú, cerca del límite con Bolivia, años antes.
Aquella replica exactas se consiguió gracias al senador peruano Enrique Torres, quien convenció al Papa Juan XXIII en 1960 para enviar la réplica a su Lampa natal, a pesar que el Papa era absolutamente contrario a las copias de obras maestras.
A Perú llegó una replica exacta, aunque de yeso, creada por Francesco Mercadali en 1944 , como era muy pesada y no podían ponerla sobre el domo, en Lima decidieron hacer una copia de la copia", cuenta Gabriel Castañeda, el párroco de Lampa. Con autorización del Papa lograron hacer una versión más liviana de aluminio, por eso su color negro, con la condición de destruir la de yeso, algo que nadie cumplió.
“La réplica que tenemos (la de yeso) llegó del Vaticano y es como una gota de agua en relación a la original”, explicó a BBC, Oscar Frisancho, presidente del Patronato de la Ciudad de Lampa. “Y fue fundamental para tomar las medidas para restaurar la original en Roma”.
Los arquitectos italianos llegaron al altiplano y tomaron las medidas necesarias para restaurar la pieza original. La restauración duró 7 meses y fue exitosa a pesar del mal pronóstico inicial. Oculta tras una mampara, estuvo dirigida por el historiador del arte brasileño Deoclecio Redig de Campos, que era director general de los Museos Vaticanos desde 1971, y llevada adelante por Vittorio Federici, Ulderico Grispigni, Giuseppe Morresi y Francesco Dati, restauradores expertos de los laboratorios vaticanos.
La intervención tuvo lugar directamente en San Pedro, y las partes desprendidas de la escultura (más de 100) se reintegraron con precisión gracias a los moldes de la Piedad tomados de la réplica de yeso peruana. En el caso de los minúsculos fragmentos que no pudieron volver a fijarse a la obra, la reparación se realizó con polvo de mármol de Carrara mezclado con cola.
En el laboratorio de los Museos Vaticanos se realizaron pruebas de encolado y análisis de materiales. Las pruebas terminaron el 7 de octubre de 1972, cuando comienza la fase operativa. El ojo izquierdo, muy dañado (el martillo de László Tóth no sólo lo había astillado, sino que también había dejado un rastro de pintura azul, una sustancia aceitosa), se reconstruyeron con ayuda de un molde de silicona, y la mancha se eliminó con ayuda de cinta adhesiva, en lugar de rasparla, lo que podría dejar sombras evidentes. A continuación se volvieron a unir los fragmentos de la nariz y, por último, se volvió a colocar el antebrazo en su sitio con un alfiler de acero inoxidable. Por último, se realizo una limpieza. No se rellenaron todos los huecos: algunos se dejaron deliberadamente detrás de la nuca, como recuerdo imperecedero del gesto irreflexivo.
Actualmente se conservan las dos réplicas, la de yeso y la de aluminio, en la iglesia de Santiago Apóstol, en Lampa, está considerada patrimonio nacional.
¿Qué paso con Tóth Lászlo?
Realmente nada. Fue reducido por la rápida intervención del publico y retenido por los gendarmes pontificios. Tóth László nunca fue denunciado por este delito. El 29 de enero del año siguiente, un tribunal de Roma lo declaró persona socialmente peligrosa y se ordenó su ingreso a un hospital psiquiátrico, donde permaneció dos años.
Los interrogatorios concluyeron que se trataba de un orate . Tóth László continuó hablando como si él fuera Cristo y que él eligió personalmente a Miguel Ángel para esculpir La piedad, que había guiado sus manos y que él, al ser la inspiración de la obra, podía disponer de ella a su antojo. Detenido, declaró que su deseo era destruir todos los simulacros de Cristo, porque él era el Cristo reencarnado.
Posteriormente fue repatriado a Australia. Hay poca información segura sobre sus años después de su repatriación, aunque algunas fuentes afirman que Tóth fue trasladado desde su hogar en Willetton, Australia Occidental, para pasar los últimos años de su vida en una residencia de ancianos en Strathfield, Nueva Gales del Sur, donde murió el 11 de septiembre de 2012. Ahora descansa en el cementerio de Fremantle, Australia Occidental.
FOTOS. Archivo Vaticano, la Reppublica, La Unitá, y la República