Doménikos Theotokópoulos, El Greco, es considerado uno de los artistas más grandes de la civilización occidental. Nació y vivió en Creta hasta los 26 años, luego residió diez años en Italia, donde conoció a grandes maestros del arte. En el año 1577 se estableció en Toledo, España, donde concibió algunas de sus grandes obras.
Pero El Greco también ejerció como su propio abogado, defendiéndose pleiteando ante la Hacienda de la época.
En el año 1603 El Greco recibe el encargo de pintar el retablo de la capilla mayor de la Iglesia del Hospital de la Caridad de Illescas (Toledo). Una vez finalizada la obra el recaudador de Hacienda el exigió el pago de la alcabala. Casi nadie quedaba exento de pagar este impuesto y era el vendedor el que tenía que ajustar cuentas con los receptores de Hacienda entregando dicha cantidad pagada por el comprador. Las obras de Arte, como objeto de consumo y comercio, también estaban sujetas al pago de alcabala.
La alcabala era una especie de ‘’IVA ‘’ de la época equivalente al 10% del precio del producto o la venta. El Greco montó en cólera alegando que ‘’el arte de la pintura estaba por encima de la actividad empresarial y no estaba sometido a impuestos’’.
El Greco recurrió la decisión del recaudador y la causa se dirimió ante el Consejo de Hacienda de Felipe III, que acabó dando la razón al pintor.
De todas formas, para evitarse más problemas con Hacienda El Greco ideó una hábil estrategia fiscal legal que consistía en empeñar las pinturas en vez de venderlas a quienes eran sus clientes, sobre todo instituciones religiosas y particulares.
Lógicamente al no existir propiamente una venta no se cumplía el hecho imponible de la alcabala, pues el empeño no estaba gravado como tal. De hecho esa fue la estrategia fiscal que llevó con el lienzo el Expolio, que se encontraba empeñado en escritura pública a favor del Obispado de Toledo.
El Greco, ese desconocido y experto abogado fiscalista.
Javier Gallego , es abogado y fundador de Gallego y Sánchez Rollón Abogados