Editorial

El arte transgresor

EDITORIAL

Lo que nadie me ha contestado todavía sobre los grafitis

Domingo 06 de agosto de 2023

Recientemente he terminado de leer un relato “El Francotirador”. Una novela de Arturo Pérez Reverte muy recomendable, cuya trama argumental gira alrededor de los motivos artísticos de un grafitero de fama internacional. Un tipo como Banksy, pero a la española, y que no sucumbe a lo comercial como los ingleses, presentando su arte como la última transgresión posible en el mundo del arte contemporáneo, alejado del mercado y sus vicios. Aviso, es una ficción con el conflicto habitual que propone Pérez Reverte entre lealtades y traiciones que transfiguran a los héroes a canallas.

El debate sobre arte urbano y grafiti y vandalismo está en la calle, nunca mejor dicho y desde hace tiempo, con una difícil clasificación por el soporte que emplea: La calle y los espacios públicos y casi siempre con una agresiva reivindicación social o política como temática.

Surgen muchas cuestiones a partir de su consideración como arte ¿Debe conservarse esa obra para la posteridad? ¿Dónde? ¿En el espacio empleado por el artista, para el que se supone que está previsto (por los motivos que sean) o en un museo? ¿Qué pasa si ese espacio, por cuestiones de utilidad pública o necesidad privada se derriba o desaparece? ¿ Si el muro pintado (el soporte de la obra) es de propiedad privada que derechos tiene el dueño de esa propiedad? ¿La administración debe ceder al artista un espacio público sin contar con la opinión previa de los vecinos sobre la temática que convivirá con ellos? ¿Qué tipo de entorno? ¿Qué valoración económica tiene esta obra si se emplea un espacio público? ¿Qué tipo de retribución debe cobrar el artista, ya que emplea lo público? ¿Cómo decoración urbana? ¿Quién debe pagarla?.

Son muchas preguntas, lo sé y con ello los perroflautas se enzarzan en interminables debates y hasta sesudos seminarios y tesis doctorales que van desde Ciencias Políticas, Sociología, Hª del Arte…

He podido ver grandes obras y desde luego, espontáneas no son. Son encargos pagados por un comitente, por lo que lo de “frescura de acción y transgresión”, lo podemos dejar aparcado.

¿Cuándo hablamos entonces de grafiti o de Arte Urbano o Callejero?.¿Convertimos el arte Urbano en un atractivo turístico un bien artístico?

De los responsables de ayuntamientos me fío más bien poco, son políticos y a lo mejor, son tan incapaces como para pensar que los grafitis pueden disimular los daños de un bien cultural o zonas degradadas que no saben mantener, léase el faro del Ajo en Cantabria, intervenido por el artista Okuda o Malasaña en Madrid.

De nuevo el buen royito electoralista, la incompetencia-ignorancia administrativa o los discursos teóricos gafapasta tienen la última palabra.

Pero mientras, los grafitis nos comen por los pies.

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