Por el momento no se ha instalado ningún sistema de vigilancia y la conservación de este yacimiento depende del civismo de los visitantes. Parte del recinto está vallado pero la puerta de acceso está abierta ya que, por le momento, el consistorio de Villastar no dispone de medios para abrir y cerrar el acceso cada día.
REDACCIÓN. Según informa DIARIO DE TERUEL el yacimiento arqueológico del Santuario Peñalba, en Villastar (Teruel), ha vuelto a ser víctima del vandalismo. El presidente de la Asociación Cultural La Montaña Escrita de Peñalba, Jesús Martín, ha lamentado las inscripciones y dibujos que han aparecido en las paredes de este yacimiento y que han sido descubiertas el pasado 19 de enero.
Desde el Ayuntamiento, el alcalde de Villastar, David Martín, confirmó que se va a interponer la correspondiente denuncia y solo se está a la espera de una valoración técnica de los destrozos. Mientras tanto, el propio alcalde confirmó que el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (SEPRONA) ha iniciado de oficio las correspondientes pesquisas para tratar de encontrar a los responsables de la agresión.
El yacimiento arqueológico apareció con la palabra “Marina” escrita en el tramo de paño vertical que hay unos 200 metros tras el acceso por el Farayón, al Este de este enclave histórico. A pocos centímetros de esta inscripción aparecen unos dibujos algo infantiles que parecen emula una pintura rupestre con la imagen de un cazador y algunos animales.
Martín confirmó que desde la asociación no se ha interpuesto denuncia alguna, como tampoco se habría puesto todavía por parte del Ayuntamiento. Sin embargo, en una de las entradas a este espacio hay un letrero que recuerda que se está accediendo a un “entorno de gran valor arqueológico y cultural” y se apunta que “este santuario celtíbero de la cantera de Peñalba fue declarado Bien de Interés Cultural el 8 de marzo de 2002, según orden del Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Aragón” por lo que se señala la obligación de “durante la estancia” en el mismo, “cuidarlo y respetarlo, sin alterar ni dañar ninguno de los elementos” que lo forman. Además se indica que las sanciones por ocasionar “daños irreparables” podrían ascender a 1,2 millones de euros.
Sin embargo, por el momento no se ha instalado ningún sistema de vigilancia y la conservación de este yacimiento depende del civismo de los visitantes. Parte del recinto está vallado pero la puerta de acceso está abierta ya que, por le momento, el consistorio de Villastar no dispone de medios para abrir y cerrar el acceso cada día.
Martín confió en que estos trazos no hayan dañado ninguno de los vestigios. “Creemos que no ha afectado a ninguno d los elementos”, dijo el presidente de la asociación, que recordó que “al lado hay inscripciones” aunque recordó que algunas “está tapadas por el barro”.
Todos los estudios coinciden en que Peñalba, en Villastar, fue un lugar sagrado. Se trata de un farallón de unos 1500 metros a una altura de unos 1000 metros lleno de grabados, grafitos e inscripciones antiguas, al que Juan Cabré, su descubridor, en 1910. Aunque las primeras huellas que nos dejaron, en forma de texto, son del siglo I a. c, por influencia de la romanización, mucho antes de estas fechas visitarían los peregrinos el Santuario, aunque no se sabe a ciencia cierta desde cuándo.
Cabé llegó a Peñalba donde encontró una veintena de inscripciones paleohispánicas y latinas así como numerosas figuras humanas, de animales y geométricas grabadas en las paredes de la montaña. Extrajo de la roca alguna de ellas, unas para venderlas al Museo Arqueológico de Barcelona, lo que le permitió ingresos para poder continuar sus investigaciones, y otras para su colección particular. Tanto estas últimas, como otras que fueron depositadas en Villel están desaparecidas a día de hoy.
El Ayuntamiento de Villastar quiere poner en marcha un centro de interpretación sobre este hallazgo y este verano expuso en el local en el que se proyecta la puesta en marcha de este servicio turístico, doce reproducciones de las inscripciones de el arqueólogo Cabré extrajo en su día y que hoy conserva el Museo de Barcelona.