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Los Coches Clásicos y sus limitaciones legales

PABLO GIMENO VALLADOR

Domingo 31 de marzo de 2024
La Industria del automovil a finales del siglo XIX ya fue pionera en el diseño, creación y producción de coches eléctricos

Desde hace ya algún tiempo la Unión Europea ha decidido legislar sobre el automóvil sin la debida reflexión, culpabilizándole de no pocos males, siendo una de las medidas tomadas en diversas ciudades la de limitar y hasta prohibir el uso de los vehículos en función de su edad.

Es paradójico que esta política de “eliminar” a los vehículos por la antigüedad de los mismos fuera iniciada en parte por algunos fabricantes de automóviles, sobre todo desde la crisis económica del 2008, una de cuyas consecuencias fue la caída de las ventas de los mismos -y de todos los bienes de consumo en general- argumentando que los vehículos con más de diez años contaminaban enormemente, y eso se decía con el propósito de activar las ventas, algo sin mucho sentido por cuanto el que va con un coche viejo normalmente lo hace porque no puede tener uno nuevo.

Sin embargo, y a pesar de lo que se dice, la tozuda realidad es la de que el aire de las ciudades es hoy mucho más limpio que veinte años atrás, en los que aún abundaban las calderas de carbón y de fuel oil, los vehículos sin catalizador eran todavía muchos, y los motores diésel nada tenían que ver con los actuales, usando además desde hace tiempo filtros de partículas, pasando también los coches con más de cuatro años un control regular en las ITV, siendo la “prueba de gases” algo fundamental para recibir el visto bueno, y si un coche pasa la ITV es porque está cumpliendo con la ley, pero poco importa eso dada la actual obsesión anti automóvil que es en gran medida -no lo dudemos- una lucha contra la libertad individual. Se dice que las ciudades se han diseñado para el automóvil y no para las personas, algo totalmente falso ya que, para empezar, en los automóviles viajan personas que en otros momentos son también peatones, y creo que es evidente que las ciudades se han diseñado desde hace más de medio siglo no en función del automóvil sino en la de la especulación del terreno, haciendo que haya muchas más personas -y por tanto más coches- por unidad de superficie.

Se habla entonces del coche eléctrico como la solución, y bueno es recordar que cuando el automóvil apareció a finales del siglo XIX hubo ya vehículos eléctricos, y si no tuvieron continuidad es porque con ellos había, entre otros, tres problemas fundamentales que eran el peso de las baterías, su escasa autonomía, y el largo tiempo de recarga, exactamente lo mismo que hoy.

Qué duda cabe que las actuales baterías son hoy mucho más eficaces que las de hace más de cien años, pero aun así suponen una parte muy importante del peso y del costo de un coche eléctrico. Su autonomía real no suele coincidir con la homologada, el tiempo de recarga sigue siendo largo, y los metales de estas nuevas baterías son caros, siendo China el país que más reservas de litio tiene, lo que significará ponerse en gran medida en manos de dicho país, dependencia que ya hemos sufrido hace muy poco con la crisis de los semiconductores procedentes de oriente.

Una limitación de la que se habla poco es la de los puntos de recarga, algo que no es un tema menor en España, en donde se calcula que algún que otro millón de vehículos duermen en la calle, perteneciendo en general los propietarios de coches sin garaje a las clases menos favorecidas, por lo que tampoco tendrán acceso al coche eléctrico.

Hay además en la actual política sobre este tema una curiosa peculiaridad que consiste en que un automóvil eléctrico de unos 30.000 o 40.000 euros está subvencionado, y esa ayuda sale en parte de los impuestos a los automóviles de gasolina o diésel que cuestan entre 10.000 y 20.000 Euros, financiando así sus modestos compradores al cliente de un coche mucho más caro. ¡Esto es progresividad fiscal! Y eso lo aplaude la autodenominada “progresía”.

Y dentro de las paradojas, nos encontramos con que en algunas ciudades se está empezando a prohibir la circulación a los vehículos de cierta edad, pero sus ayuntamientos ¡cobran religiosamente a sus propietarios el impuesto de circulación aunque sea con otra denominación! ¿Cómo se puede cobrar un impuesto de circulación a alguien a quien se le prohíbe circular?

Hace un par de años la Federación Francesa hizo un estudio comparando un 4x4 actual de alta gama y motor diésel, con un veterano Citroën 2CV, y el resultado fue:

4x4

Peso: 2300 kg (si fuese eléctrico el peso subiría al menos 500 kg más)

Consumo: 14 litros/100 km

CO2: 350 g/km

NOx: Sin datos pero inevitablemente positivo

Citroën 2CV

Peso: 500 kg

Consumo: 6 litros/100 km

CO2: 150 g/km

NOx: Cero

Tras estos datos ¿a quién se le prohíbe la circulación? ¡Pues al Citroën 2CV! ¡Faltaría más!

PABLO GIMENO VALLADOR preside la Comisión de Cultura de la Federación de Asociaciones de Vehiculos Antiguos (FEVA)

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