REDACCIÓN Tras la muerte de Eva Perón “Evita”, el 26 de julio de 1952, el médico español Pedro Ara Sarriá trabajó 40 meses sobre su cuerpo para embalsamarla. Con sus procedimientos le quitó el rictus de dolor en su rostro originado por el cáncer y transformó el cadáver en lo que parecía una perfecta escultura de cera.
La idea original era que el cuerpo de María Eva Duarte de Perón descansara "eternamente" en la sede de la CGT (confederación general del Trabajo), que se iba a convertir en un mausoleo, donde "pobres y descamisados", como ella misma llamaba a las clases trabajadoras, pudieran rendirle tributo a perpetuidad, algo así como la momia de Lenin y en la Plaza Roja.
El golpe de estado de 1955 derrocó a su esposo Juan Domingo Perón que se exilió abandonando a la muerta y el cadáver de Evita se transformó en un enemigo de las Fuerzas Armadas desde que asumieron el poder convirtiéndose en una cuestión de estado, con maldiciones incluidas.
El 22 de noviembre de 1955 se realizó una operación secreta a cargo del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) y comandado por que comandaba Carlos Moori Koenig. Un comando llegó a la sede de la CGT, quemó las banderas que la rodeaban, arrancó el rosario de las manos de Eva, cerró el féretro y se lo llevó, no sin antes rebanarle un dedo y el lóbulo de una oreja para reconocerlo. Como no sabían donde depositarlo el camión militar con el ataúd deambuló durante horas. Finalmente, fue depositado en una sede militar de Buenos Aires, pero pocos días después aparecieron velas en la puerta del lugar y los militares golpistas creyeron que comandos peronistas habían descubierto el destino.
Moori Koening "tenía una pasión enfermiza por el cadáver", escribió el historiador Felipe Pigna: "Los testimonios coinciden en afirmar que colocaba el cuerpo en posición vertical en su despacho; que manoseaba y vejaba el cadáver y que exhibía el cuerpo de Evita a sus amigos como un trofeo". Cuando se descubrieron tales atrocidades fue destituido y su asistente, el mayor Eduardo Arandía, terminó llevándose el ataúd al altillo de su casa.
El sacerdote, Francisco Rotger, intercedió ante los militares, pidiendo que a la momia de Evita se le diera un trato digno, como un "gesto humanitario de preservación ético y moral" para evitar una profanación o utilizaciones políticas.
El 23 de abril de 1957, el cuerpo se trasladó de Buenos Aires hacia Génova en la bodega del trasatlántico Conte Biancamano. El cadáver de Evita fue depositado en la sepultura 41 del sector 86 del cementerio Maggiore, en el barrio Mussoco de Milán, bajo el nombre falso de María Maggi de Magistris, (una identidad inventada por los militares argentinos). Así, durante 16 años el paradero del cuerpo estuvo oculto, hasta septiembre de 1971, que fue devuelto a Perón, entonces en el exilio en España poco antes de volver a Argentina. El exmilitar certificó con un escribano 35 daños y laceraciones en el cuerpo de la momia.
Evita encendió pasiones y un amor incondicional y al mismo tiempo, desató las más salvajes reacciones de buena parte de la sociedad argentina. El cuerpo de este mito de la historia política y social de Argentina, yace hoy varios metros bajo tierra protegido por una plancha de acero, en el panteón de su familia en el cementerio de la Recoleta en Buenos Aires. Es la tumba más visitada y venerada del cementerio.
A los 70 años de su fallecimiento, embalsamamiento, beatificación politica, mito y leyenda ¿Debería considerarse a la momia de Evita un Bien Cultural y Patrimonial argentino? O simplemente es un cadaver.