La falsificación del papel moneda ha sido una práctica que ha acompañado a la humanidad desde los primeros días de la invención de los billetes como forma de moneda. Hasta la invención del papel moneda, que comenzó como una obligación o pagaré garantizado por quien lo escribía, la única moneda que existía eran las acuñaciones metálicas.
La costumbre histórica era la de acuñar moneda en metales preciosos, los más codiciados como el oro o la plata, y fabricar también monedas en otros metales y aleaciones como el bronce, el cobre, el plomo o el vellón. Las transacciones con monedas acuñadas en metales preciosos garantizaban la transacción, y no importaba si un comerciante griego pagaba sus compras en territorios fenicios con sus dracmas griegos de plata, puesto que la plata era aceptada en todos los reinos y territorios por igual.
Las legiones romanas eran pagadas con denarios que en muchas ocasiones eran acuñados por las cecas volantes con el metal procedente de sus incursiones, e igual pasaba con las monedas de oro, tanto los áureos romanos como los estáteras griegos, todo el mundo aceptaba una moneda de oro fuera cual fuera el origen. Nuestra actual palabra “dinero” procede justamente de la palabra “denario”, igual que “salario” de la sal con que se pagaba en Roma a las legiones.
El origen de la moneda metálica es justo eso, una cantidad de metal precioso estampada con el sello de un Rey antiguo o un símbolo local, como forma de acreditar la procedencia.
Ha habido incluso momentos de la historia en la que los módulos de las monedas han tendido a equipararse, como ocurrió con el famoso “duro” de plata español, la moneda de 8 reales que, a lo largo de los siglos se extendió por todo el orbe difundida por la extensión del Imperio, desde los Reyes Católicos hasta la implantación de la peseta, en 1870. Con el advenimiento de la peseta, el módulo de la moneda de 8 reales fue suplantado por el valor de 5 pesetas, en idéntico tamaño.
El famoso duro de plata español fue aceptado durante los siglos XVII y XVIII como moneda estándar en todo el mundo: ingleses y holandeses las utilizaron en sus transacciones y su uso se extendió a Filipinas y China, donde fueron reselladas con marcas locales. Incluso en Australia se emplearon para hacer dos monedas: el “holey Dollar”, al que se vaciaba un interior para resellar una moneda de menor valor que el anillo que quedaba, un disco que fue muy utilizado.
La llegada del “papel moneda” surge como una “garantía de pago”, y los primeros billetes españoles llevaban el clásico “Pagará al Portador” la cantidad que fuera. Los primeros billetes llevaban firmas y sellos originales que los autentificaban, y las tiradas no eran muy grandes. Las únicas medidas de seguridad eras esas marcas originales. A medida que las economías han evolucionado y los sistemas monetarios se han sofisticado y extendido su uso, también lo han hecho las técnicas de falsificación. Este artículo explora la historia de la falsificación del papel moneda, desde sus inicios hasta los sofisticados métodos modernos que desafían a las autoridades de todo el mundo, lo que ha hecho que algunos fabricantes de papel moneda muy especializados, como la Real Casa de la Moneda-FNMT sirva a los bancos centrales de muchos países de todos los continentes.
Orígenes de la falsificación del papel moneda
El papel moneda se originó en China durante la dinastía Tang (618-907 d.C.), pero no fue hasta la dinastía Song (960-1279 d.C.) cuando su uso se generalizó. El gobierno chino, al percatarse de la facilidad con la que se podía replicar el papel moneda, implementó medidas de seguridad tempranas, como sellos oficiales y el uso de un tipo de papel especial. A pesar de estos esfuerzos, la falsificación rápidamente se convirtió en un problema significativo, con falsificadores empleando técnicas rudimentarias pero efectivas para replicar los billetes. Fueron los chinos, asimismo, los inventores del papel, por lo que podemos intuir lo avanzadas que estaban sus tecnologías.
Los comerciantes venecianos también implementaron un tipo de papel moneda o pagarés con los que se garantizaban los pagos y que utilizaron entre los siglos XV a XVII. El florín de oro era una moneda veneciana muy apreciada en el Mediterráneo, tanto que los territorios del reino de Aragón acuñaron florines idénticos con sus propias armas en cecas como Mallorca, Valencia o Barcelona.
Europa y los primeros casos de falsificación
La llegada del papel moneda a Europa en el siglo XVII trajo consigo nuevos desafíos en términos de falsificación. El primer banco europeo en emitir papel moneda fue el Banco de Estocolmo en 1661. No pasó mucho tiempo antes de que los falsificadores comenzaran a replicar estos billetes, lo que llevó al Banco de Estocolmo a desarrollar nuevas medidas de seguridad, como el uso de firmas manuscritas e incluso marcas al agua.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII, la falsificación de billetes se convirtió en un problema creciente en Europa. En Inglaterra, por ejemplo, los "blanchards" eran una especie de impresores clandestinos que producían copias ilegales de los billetes del Banco de Inglaterra. En respuesta, las autoridades británicas comenzaron a emplear técnicas de impresión más avanzadas y a implementar penas severas para los falsificadores.
La falsificación de moneda se ha convertido con el tiempo en uno de los delitos más penados por las autoridades de todos los países, y a los detenidos por estos casos suelen recaerles las penas más altas después de los asesinatos y homicidios.
La falsificación en el Siglo XIX: Guerra y Revolución
El siglo XIX fue un periodo turbulento que vio un aumento en la falsificación de papel moneda, impulsado por las guerras y las revoluciones. Durante la Guerra Civil Americana (1861-1865), la falsificación se convirtió en una estrategia de guerra para hundir la economía del enemigo, algo que, por cierto, fue un procedimiento empleado también en la “guerra sucia” entre los dos bloques de la Guerra Fría: USA y URSS llegaban incluso a pagar a sus espías y confidentes con dinero falso del otro bando y los billetes falso soviéticos fueron indetectables incluso para la Reserva Federal de los Estados Unidos.
Durante la Guerra de Secesión, los Confederados, enfrentando una economía debilitada, recurrieron a la impresión de billetes falsos de la Unión para desestabilizar la economía del Norte. A su vez, el gobierno de la Unión tomó medidas drásticas para combatir la falsificación, incluyendo la creación del Servicio Secreto en 1865, cuyo objetivo principal era perseguir a los falsificadores. La Guerra Civil americana fue el semillero de los futuros servicios de inteligencia modernos tal cual los conocemos hoy en día.
En Europa, las revoluciones y los conflictos políticos también llevaron a un aumento en la falsificación. Los gobiernos y los revolucionarios a menudo recurrían a la falsificación como una táctica para financiar sus actividades y desestabilizar a sus oponentes. Este periodo vio el desarrollo de técnicas más avanzadas tanto por parte de los falsificadores como de los gobiernos que intentaban detenerlos y las técnicas de impresión de los Bancos centrales de los países han tenido que estar siempre a la vanguardia para impedir que fueran emuladas por los falsificadores.
Los diseños de los billetes, las caras con diferentes tonos de colores o las tramas en los fondos son algunas de las características introducidas en los billetes, y pronto se introdujeron otras tecnologías como las microimpresiones o textos imposibles de leer sin lupa, algo que los falsificadores no podían emular.
El Siglo XX: tecnología y guerra
El siglo XX trajo consigo avances tecnológicos que transformaron tanto la producción de papel moneda como la falsificación. La invención de la fotocopiadora y la impresión en color ofreció a los falsificadores nuevas herramientas para replicar billetes sin grandes esfuerzos. Muchos falsificadores se emplearon entonces en falsificar incluso billetes de bajas denominaciones lo que facilitaba el descuido de los receptores.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la falsificación se utilizó nuevamente como una estrategia de guerra. La Operación Bernhard, llevada a cabo por la Alemania nazi, fue uno de los intentos más grandes y sofisticados de falsificación en la historia, emulado posteriormente entre los dos bandos de la Guerra Fría. Los nazis falsificaron millones de libras esterlinas con la intención de inundar y desestabilizar la economía británica. Aunque la operación no tuvo el impacto devastador que se esperaba, dejó una marca significativa en la historia de la falsificación.
En la posguerra, la falsificación continuó evolucionando con el avance de la tecnología de impresión y la informática. Los años 70 y 80 vieron un aumento en la falsificación gracias a las nuevas tecnologías de impresión láser y fotocopiado en color. En respuesta, los gobiernos comenzaron a introducir características de seguridad más avanzadas en los billetes, como hilos de seguridad metálicos, tintas especiales, tintas metalizadas, tintas luminiscentes a la luz ultravioleta y hologramas, o incluso la impresión en soportes de polímeros en vez del papel tradicional.
El Siglo XXI: la falsificación en la Era Digital
El siglo XXI ha traído nuevos desafíos en la lucha contra la falsificación del papel moneda. La disponibilidad de tecnología digital avanzada ha permitido a los falsificadores crear copias extremadamente realistas de los billetes. El uso de impresoras de alta resolución, software de diseño gráfico y técnicas avanzadas de escaneo ha hecho que la falsificación sea más accesible para personas incluso con conocimientos técnicos básicos o para billetes de pequeño valor, como son en la Unión Europea los de 20 euros.
Recientemente en España se han desmantelado redes de falsificación de moneda que empleaban a jóvenes a los que se suministraban grandes cantidades de billetes falsos de 20 y 50 euros con el ánimo de “cambiarlos” en fiestas de pueblos: los delincuentes cambiaban dicha moneda falsa con pequeñas compras en ferias populares y consumiciones de poco coste, recibiendo el cambio en moneda auténtica. Se recorrían miles de kilómetros a la semana de un lado para otro de España e iban cambiando la moneda de esta manera.
En respuesta a estos hechos, los bancos centrales de todo el mundo han intensificado sus esfuerzos para combatir la falsificación. La Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y otros han introducido billetes con características de seguridad de última generación. Estos incluyen elementos como microimpresión, tintas que cambian de color según la incidencia de la luz, y elementos 3D que son difíciles de replicar incluso con la tecnología más avanzada.
Además de las medidas físicas, los gobiernos también han comenzado a utilizar tecnologías digitales para combatir la falsificación. El uso de sistemas de rastreo y autenticación digital permite verificar la autenticidad de los billetes en circulación. Las aplicaciones móviles y los dispositivos de escaneo portátiles permiten a los comerciantes y al público general verificar la autenticidad de los billetes de manera rápida y efectiva.
Una lucha constante que continúa
A pesar de los avances en la tecnología de seguridad, la falsificación del papel moneda sigue siendo un problema persistente y un reto para los Gobiernos. Muchas potencias enemigas emplean aún la falsificación de moneda como forma de guerra y, por su parte, los falsificadores continúan desarrollando asimismo nuevas técnicas perfeccionadas para superar las medidas de seguridad, lo que obliga a los gobiernos a estar en constante evolución.
El futuro de la falsificación del papel moneda probablemente verá un aumento en el uso de tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial y el blockchain para mejorar la seguridad y la autenticación. Los billetes del futuro podrían incluir características invisibles a simple vista pero verificables digitalmente, lo que dificultaría aún más la falsificación.
En todo caso, la historia de la falsificación del papel moneda es una historia de ingenio y adaptación tanto por parte de los falsificadores como de las autoridades. Desde los primeros billetes en la antigua China hasta los billetes de alta tecnología de hoy en día, la lucha contra la falsificación ha sido una batalla constante. A medida que la tecnología avanza, tanto los falsificadores como los gobiernos continuarán adaptándose, en un juego interminable de gato y ratón que define una parte crucial de la historia económica mundial.
José Luis Barceló, experto en Filatelia y Numismática y CEO de