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El Patrimonio Español ¿Sólo postureo?

La Sensibilidad Selectiva según las Redes.

Por Alejandra Alloza
domingo 16 de febrero de 2025, 10:00h

Los españoles somos derrochones para algunas cosas y para otras, extremadamente “agarraos”. Todo depende de si el gasto sale directamente de nuestros bolsillos o por el contrario, creemos que es “algo que nos pertenece a todos”. En ese caso, tiramos con pólvora del Rey o ni siquera revisamos las cuentas.

Miramos con lupa nuestros bienes particulares pero no sentimos el mismo apego hacia aquellos compartidos. Es el caso de nuestro patrimonio cultural, artístico e histórico.

Nos falta sentido de pertenencia, orgullo e instinto protector. También es cierto que los medios de comunicación y aquellos agentes que promueven la opinión pública y el debate, no hacen muchos esfuerzos para acercarnos esa realidad. Y que en las redes sociales, estos asuntos no son temas incendiarios, de vísceras y haters que sin saber de qué manera nos involucran. Estamos necesitados de un cursillo de control de la ira porque nos calientan tanto, que sobredimensionamos algunas polémicas fabricadas y ni nos conmovemos por otras.

En esa contradicción típicamente española, no sabemos si apoyar, denostar o preocuparnos por nuestro patrimonio ya que muchas veces depende de con quién o quienes nos alineamos en esa decisión. En realidad, al margen de iconos puntuales, el cuidado de nuestros edificios, monasterios, catedrales, esculturas, museos y demás riqueza cultural y artística debería ser algo que despertase el mismo apego y entusiasmo en todos. Y no solo si nuestro apoyo depende de junto a quien "haces la guerra" o es una cuestión ideologizada.

La prensa regional demuestra mucha mayor sensibilidad con estos temas. Las cabeceras de provincias, en especial las menos pobladas, tiene redactores con un mayor control de lo que pasa en la calle y de la importancia de los elementos arquitectónicos y riqueza religiosa de ese enclave, ya que se trata de reclamos turísticos.

Lo malo es que el tema no acaba trascendiendo a la prensa nacional salvo en los casos de “ecce homos” o restauraciones grotescas. Así somos, para burlarnos y constatar que la hemos fastidiado, ponemos toda la atención, viralidad y amplificación del asunto por parte de las televisiones y medios mayoritarios. Y más cuando el click bait empuja a las cabeceras digitales a ser recolectoras de anécdotas que pretenden adquirir la categoría de noticias.

Las cabeceras más importantes acaban colapsadas por los temas mainstream que marca el día y hay pocos que tengan en sus redacciones especialistas para abordar las tropelías políticas o ciudadanas sobre nuestro patrimonio. Parece que todos lo vemos más claro con el tema de los grafiteros Los medios informan con más regularidad de ello y ese atentado visual en unas murallas medievales o un edificio singular, hiere nuestra sensibilidad.

Muy distinto es el tema del expolio arqueológico que no somos capaces de distinguir como atrocidad. Al no reconocer este acto como un atentado contra todos, llegamos a comprender que alguien de nuestro entorno presuma de tener un ánfora romana en su vestíbulo antes que plantearse que debería estar en un museo porque también es tuya.

Muchos influencers de viajes han potenciado en redes el valor patrimonial español y el pujante turismo parece certificar ese interés. No obstante, el españolito medio se enzarza antes en una discusión sobre la ignominia de poner chorizo a la paella (que es la versión inglesa) o el bizantino debate sobre la tortilla de patata con o sin cebolla que en comprender que el vandalismo atenta contra lo más sagrado como civilización.

Como periodista, llevo algo más de un año analizando este área de información y certifico la escasa concienciación del público sobre el asunto. Si tanto nos gusta viajar para conocer los tesoros de cada país...¿Entendemos lo que nos roban cuando se ultraja lo nuestro?. Y lo más importante: ¿Entendemos que es nuestro?. Sería importante que no diluyamos la responsabilidad y exijamos cuentas a nuestras autoridades en este asunto, como hacemos con otras muchas cuestiones.

Somos unos derrochadoes, aunque en muchos casos sea por omisión.
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