REDACCIÓN - A raíz del último recuento de obras y patrimonio destruido y expoliado en la guerra ruso-ucraniana fechado por la INESCO el pasado 11 de julio, no cabe ninguna dudad que las tropas rusas han violado una amplia gama de leyes internacionales, desde la Convención de La Haya de 1954 para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado (de la cual Rusia es signataria) hasta varias convenciones de la UNESCO, incluyendo el Segundo Protocolo de 1999.
Las protestas de historiadores, conservadores y directores de arte de museos de todo el mundo está siendo unánime y firme, pero esta condena no ha sido la misma por parte de sus homólogos rusos.
Por otro lado, parece ser la conducta habitual ya que en pasado reciente, a fines de la década de 1990 rechazaron incluso la posibilidad de discutir la restitución de las obras de arte saqueadas por el ejército soviético al final de la Segunda Guerra Mundial. No les importaba si el arte pertenecía a un museo alemán o a una víctima del Holocausto. Putin ratificó esta cuestión en 2007 negando cualquier restitución argumentando que ese expolio “como reparación de guerra”.
Esta conducta resulta cuanto menos paradójica si se recuerda la fuerte campaña en 2017 para la protección de Palmira, promovida por Mikhail Piotrovsky, director del Museo Estatal del Hermitage, para salvar a la antigua ciudad siria de la barbarie de ISIS era una 'cuestión de honor'
Desde el comienzo de la guerra, ningún director de museo ruso ha expresado una mínima preocupación por el destino del patrimonio cultural de Ucrania, actitud nada sorprendente por otro lado, ya que los directores de los principales museos de Rusia son figuras o funcionarios pertenecientes al régimen de Putin.
Pero volviendo al conflicto actual. En 2016, la Galería Tretyakov de Moscú organizó una exposición dedicada al bicentenario del nacimiento de Aivazovsky, (pintor ruso afincado en Crimea,) bajo el lema "Crimea regresa a su puerto natal". La Galería Tretyakov pretendía incluir todas las obras de Aivazovsky en los museos de la península ocupada.
A pesar de las cartas de protesta enviadas el gobierno ucraniano a varias organizaciones internacionales, incluido el Consejo Internacional de Museos (ICOM), el incidente no atrajo mucha atención de los medios. Por lo visto los museos europeos no quisieron malograr sus excelentes relaciones la Galería Tretyakov (actualmente es autoridad legal de los principales artistas de las Vanguardias rusas).
En 2014, muchos directores de museos rusos, empezando por la difunta Irina Antonova del Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin de Moscú, firmaron con entusiasmo una carta conjunta apoyando la anexión de Crimea.
La guerra en Ucrania está lejos de terminar. Los misiles rusos continúan cayendo sobre Kiev, Jarkov, Odesa e incluso Leópolis, cerca de la frontera con Polonia. El patrimonio cultural del país está en grave peligro. Dada la destrucción ocurrida y la destrucción que seguramente scontinuará , no es demasiado pronto para comenzar a pensar en llevar a los responsables de esta catástrofe cultural y a los expoliadores ante la justicia.
Desde luego sería vergonzoso para cualquier institución museística rusa la exhibición de piezas procedentes de Ucrania o las regiones anexionadas ya que sería considerada una muestra impudica de Botín de Guerra.
¿Quién aceptará ahora la franquicia del Museo del Hermitage?