Un desastre de alcance mundial en el mundo expositivo, hace que se estén replanteando seriamente una normalización que desde hace tiempo está sobre las mesas del ICOM (Consejo Internacional de Museos) y la ICMM (Comité internacional de Chachas de Museos): El nivel de capacitación de las limpiadoras de museos.
En una reciente exposición en le Museo LAM de Lysse, Países Bajos, un empleado tiró a la basura unas latas de cerveza pintadas a mano por el artísta Alexandre Lavet. Como además las latas estaban en el hueco del ascensor , incluso pensó que los empleados del museo eran unos borrachuzos que bebían a escondidas y las habían ocultado ahí. Nada más lejos de la realidad. Las latas estaban en su lugar expositivo “En una experiencia inmersiva para reconocer los buenos momento que pasamos juntos”, declara la comisaria de la exposición.
Este tipo de errores por parte de los limpiadores no son nuevos. En 2015, la mañana después de la inauguración en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Bolanzo, Italia, los limpiadores del museo y pensando que estaban haciendo un favor para evitar que trascendiera lo que pensaban eran los restos de una orgia, limpiaron a conciencia una instalación de los artistas milaneses Goldschmied & Chiari, que consistía en ver como queda una sala después de una fiesta con 300 botellas de champán vacías, confeti, colillas de cigarrillos, y más mierda por los suelos. La instalación titulada ¿Dónde vamos a bailar esta noche?, se inspiraba en la Italia de los años 80, “un período caracterizado por el consumismo, el hedonismo, los políticos socialistas y sus fiestas interminables (sic) ”, según el sitio web del museo.
En 2011, en el museo de Ostwall en Dortmund, una señora de la limpieza se extralimitó en sus funciones lavando una mugrienta palangana de caucho situada debajo de unos andamios. Esta empleada pensó que se trataba de algún tipo de obra para reparar unas goteras y decidió retirarla, arruinando así la creación del artista alemán Martin Kippenberger. “Cuando gotas de agua comienzan a caer del techo”. El precio de semejante creación, y por tanto la pérdida económica estimada por el museo, era de 800.000 euros.
En el 2004, una de las señoras de la limpieza del Tate Britain dedujo que alguien, en un acto vandálico, había dejado una bolsa de basura al lado de una obra del artista alemán Gustav Metzger. Hizo lo que se suponía que tenía que hacer y la tiró a un contenedor, sin saber que estaba destrozando una composición consistente en una mesa, un mural corroído con pintura ácida y sacos con cartones y periódicos.
En 1986 la Academia de Buen Arte de Düsseldorf presentaba una obra de Joseph Beuys titulada “Bañera anónima”. Ésta consistía en una bañera sucia con capa de roña y mugre que asustaría hasta a un veterinario. Al ver esto, el empleado de la limpieza decidió arruinar la obra dejándola impoluta.
Ante estos hechos verídicos y constatables, permitan que fabule lo que podría pasar en un futuro cercano conociendo sólo un poco : Por lo visto la última de las intervenciones de las limpiadoras del museo en Holanda habría despertado todas las alarmas. El ICOM ha creado un comité de emergencia en el que como primer punto ha recomendado que las limpiadoras de museos tengan titulación superior en Bellas artes y en su defecto que se contrate a recién licenciados para estos cometidos.
Por su parte la portavoz ICMM, Jasmyne Maduro, afirma que si bien en los procesos de selección se presta especial atención a que no se contraten limpiadoras iconoclastas por parte de las empresas, es prácticamente imposible confrontar posturas tradicionales en el gremio como “verlo todo hecho una mierda y dejarlo como una patena” y vivir la experiencia expositiva valorando el concepto de la realidad que el artista transmite, sobretodo por los horarios en los que nuestras asociadas deben acomodar los espacios.
Maduro también apunta que “sería altamente positivo y enriquecedor aunar esfuerzos y que el comisario u otro responsable de la exposición estuvieran con ellas a las 5 de la madrugada para decir que se limpia o que no, en un intercambio enriquecedor de experiencias intersectoriales”.
Por su parte, y en este momento crítico, las voces más duras proceden de la asociación conocida como las QUELIMS (las Que Limpian los Museos), un colectivo que se siente agraviado ante este tipo de situaciones.
Su portavoz en España, Yessi Castillo, declara elocuente“ Es muy fácil echarle las culpas a la chacha. La gente del arte es muy guarra. Si yo le contara lo me he encontrado por ahí ¡No quiero ni pensar como tendrán el lavabo de su casa!”.
Una reflexión que no ha pasado desapercibida en la ICOM que ya está preparando un borrador de un Manual de Buenas Maneras que recomienda la moderación de sustancias adictivas entre los empleados y técnicos de museos, aunque asumen que dicho protocolo no es vinculante.
De hecho, las comisarias Bety Boo y Lady Boo han pospuesto siné die la próxima exposición “Altramuces y condones en la era: Encuentros en una Gentrificación rural desconocida” prevista en la programación del espacio Antiguo Convento de los Agustinos de Elche, y que hasta que no tengan claro que se su instalación no sea asegurada convenientemente, no se arriesgan.
En círculos más progresistas de la museística se sospecha incluso, que el colectivo de limpiadoras de museos, pudieran ser el nuevo brazo armado en una conspiración de organizaciones y entidades artísticas de carácter y orientación más clásica o tradicional en un boicot hacia nuevas expresiones de arte contemporáneo.
“A mi que me cuenta. Por 6,50€ la hora no estamos para leches. Aquí se viene a lo que se viene, que hay mucha faena” ha replicado molesta Yessi Castillo de QUELIMS cuando se ha preguntado por esta acusación.
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