La conservación del patrimonio fotográfico en España es una disciplina relativamente reciente. En 1985 tuvieron lugar las Primeras Jornadas para la Conservación y Recuperación de la Fotografía, organizadas en Madrid por el Ministerio de Cultura.
A partir de ese momento, el tema de la conservación y restauración se tratará en diversos congresos y publicaciones señalando la necesidad de unificar criterios, la importancia de la conservación preventiva y de la formación especializada.
En muchas ocasiones los archivos o colecciones contienen gran número de piezas, siendo muy importante la conservación preventiva y su aplicación al conjunto para evitar deterioros y no tener que recurrir a restauraciones que implican una intervención sobre la obra siendo esta más costosa, compleja e invasiva, lo que confirma que sin duda “en cuestiones de conservación fotográfica más vale prevenir que curar”.
Existen muchos tipos de agentes causantes de deterioros: medioambientales (humedad relativa, temperatura, luz, contaminación del aire), biológicos (hongos, bacterias e insectos), químicos, físicos, etc. Sin embargo, en su mayoría siguiendo un protocolo adecuado estos se pueden evitar o, cuando menos, delimitar su acción.
Aunque ha habido grandes avances en materia de conservación, sorprende que a causa de negligencias se sigan provocando daños. El pasado año sorprendía la noticia en los medios de comunicación que alertaba de los deterioros producidos en el archivo Jean Laurent, ocasionados por unas reformas en el sistema de climatización en el Instituto del Patrimonio Cultural de España, que dispararon el porcentaje de humedad relativa del aire por encima del 60%. Este alto índice HR representa una de las causas más peligrosas para la estabilidad del patrimonio fotográfico, ya que, aunque los parámetros adecuados para la conservación varían según los materiales, en ningún caso la HR debe superar el 40%, evitando así fluctuaciones y cambios bruscos como sucedió en esta ocasión y que en seis meses provocó y aceleró importantes degradaciones en las placas de vidrio al colodión.
Entre las alteraciones que han sufrido los negativos se encuentran procesos de lixiviación, que suponen una corrosión química del vidrio por la reacción con los iones de hidrógeno presentes en agua contenida en el aire. En las placas aparece a modo de gotas la exudación de sales higroscópicas no hidrosolubles que pueden generar pérdida de adherencia entre el aglutinante y el soporte y con ello afectar a la imagen final.
La situación fue denunciada por la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) ante la impotencia de ver como un patrimonio fotográfico tan importante se ponía en riesgo. Además del archivo del fotógrafo Jean Laurent (Garchizy, 1816-Madrid, 1886) otros fondos como el archivo Pando (Juan Pando Barrero, 1915-1992) también se vieron afectados. Las medidas que se tomaron para intentar frenar los deterioros y controlar los niveles de humedad no han podido evitar que gran parte de las placas tengan que ser sometidas a un proceso de limpieza y restauración.
Las pautas de conservación deben anticiparse a los posibles daños. Foundation for Advancement in Conservation (FAIC) y National Endowment for the Humanities (NEH) han publicado el informe Held in Trust, realizado por un grupo de expertos en conservación cultural de Estados Unidos, en el que se examinan cuestiones como la necesidad de establecer medidas urgentes frente al cambio climático y se insta a los centros que custodian patrimonio cultural a la creación de un plan de acción de emergencia ante desastres naturales cada vez más habituales (incendios, terremotos, inundaciones, olas de calor, etc.). Los planes deben detallar las medidas que el personal pueda adoptar antes, durante y después de que se produzcan los desastres.
Hace apenas unos días las intensas lluvias en Madrid provocaron inundaciones y filtraciones en la Biblioteca Nacional (BNE) poniendo en riesgo fondos que custodian. Es obvio, que son necesarias nuevas estrategias que las instituciones puedan llevar a cabo ante situaciones de crisis, así como la mejora de equipamientos para acelerar el tiempo de respuesta y no lamentar daños evitables, en ocasiones de consecuencias irreversibles.
La responsabilidad de la conservación fotográfica no solo atañe a instituciones, técnicos y especialistas, sino que también son responsables los propios fotógrafos. Sorprende que en la mayoría de programas académicos de fotografía de autor no haya una asignatura de conservación en la que se expliquen aspectos tan importantes como los materiales adecuados donde archivar, pautas para la correcta manipulación, el uso de montajes que no afecten en el futuro a la imagen, las condiciones de exhibición o algo que puede parecer tan trivial como el uso de tintas o grafitos para firmar las fotografías que provocan alteraciones, manchas e incisiones en los soportes.
Debemos concienciarnos sobre la importancia del patrimonio fotográfico, pero también de su fragilidad para que su conservación no se convierta en España en una asignatura pendiente.
Bárbara Mur Borrás es Licenciada en Historia del Arte y Magíster en Gestión del Patrimonio Cultural. También es Doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid con la tesis “La obra fotográfica en el mercado del arte español”.
Ha recibido formación complementaria orientada en la identificación, conservación, mecenazgo e historia de la fotografía en diversas instituciones y centros como Christie´s Londres, Museo Nacional de Ciencias Naturales, Instituto Superior de Arte, Universidad Menéndez Pelayo y otras.