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Documento oficial firmado por el rey Guillermo I de los Países Bajos (1772–1843).
Documento oficial firmado por el rey Guillermo I de los Países Bajos (1772–1843). (Foto: © Arthur Brand)

Se halla en un desván valiosos manustritos robados por un funcionario holandés había robado del archivo nacional.

Páginas manuscritas del cuaderno de bitácora del almirante Michiel de Ruyter.
Páginas manuscritas del cuaderno de bitácora del almirante Michiel de Ruyter. (Foto: © Arthur Brand)

Artur Brand ha contribuido a la recuperación del botín

miércoles 30 de julio de 2025, 10:00h
Arthur Brand enseña los documentos y manuscritos históricos recientemente recuperados
Arthur Brand enseña los documentos y manuscritos históricos recientemente recuperados (Foto: © Arthur Brand )
Se trata de 25 manuscritos que datan desde 1445 hasta el siglo XIX entre los que destacan varios de la Compañía de las Indias Orientales, el cuaderno de bitácora del almirante Michiel de Ruyter. Algunos de ellos catalogados como patrimonio mundial de la UNESCO

REDACCIÓN. Según informa el PAIS, se ha solucionado un importante robo que tuvo lugar en 2015 en el Archivo Nacional de Países Bajos, donde se sustrajeron alrededor de 25 manuscritos, libros y cartas que datan desde 1445 hasta el siglo XIX.

El ladrón, quien ya ha fallecido era empleado del archivo y no podía saldar su deuda con un amigo, dejó como garantía estos valiosos documentos, que fue robando en su lugar de trabajo. Este tesoro ha sido devuelto este junio, gracias a la intervención del conocido detective Artur Brand.

Catalogada como patrimonio mundial de la UNESCO, una parte del botín data del siglo XVII y está relacionada con la Compañía de las Indias Orientales (VOC, por sus siglas en neerlandés), reconocida como la primera multinacional del mundo. Además, se encuentra el cuaderno de bitácora del almirante Michiel de Ruyter, que narra la batalla del Cabo de San Vicente (Portugal), librada en 1641 contra los españoles al final de la Guerra de los 80 años, conflicto que enfrentó a ambos países durante la guerra de Flandes.

Brand relata con entusiasmo cómo se desarrollaron los acontecimientos. “Hace unos meses, recibí un correo electrónico de un desconocido que me decía que había encontrado una caja de mudanza en casa de un familiar”.

Este hombre, gravemente enfermo e incapacitado, fue objeto de la atención de sus parientes cuando encontraron el cajón durante la limpieza del ático. Al notar que los documentos contenían sellos oficiales y parecían muy antiguos, “pidieron consejo a un antiguo profesor suyo del instituto”. Este profesor, al reconocer inmediatamente su valor, les sugirió que contactaran al detective del arte.

Brand declara: "Siempre digo que si alguien duda en acudir a la policía, pero sospecha que hay algo extraño en un hallazgo, puede localizarme de manera anónima, y eso es lo que ha sucedido ahora”. Según lo que relatan sus preocupados interlocutores, el contenido de la caja garantizaba que el amigo moroso de su pariente devolvería las sumas prestadas. Sin embargo, nunca reclamó dicha cantidad.

Al recibir algunas fotos, Brand llegó a la conclusión de que era imposible que un conjunto tan peculiar hubiera sido adquirido de manera legal. Tras llevar a cabo una investigación más exhaustiva, comunicó a la familia que los objetos parecían ser robados, pero perdió el contacto con la persona que lo había llamado inicialmente. Cuando logró restablecer la comunicación, esta le reiteró que, en ese caso, “no querían saber nada”, por lo que decidieron que debía confiarle la caja al experto. Un día, dejó la caja en su casa y el individuo firmó un documento en el cual afirmaba que si resultaba ser un robo, entregaba todo para que Brand se asegurara “de que fuese devuelto a su legítimo propietario”.

El investigador se comunicó con Marijke de Jager, quien forma parte del equipo de agentes de Ámsterdam especializado en robos de arte. La agente consultó con el Archivo Nacional, ubicado en La Haya, y para su sorpresa, “sus responsables suponían que tanto los libros como las cartas y los documentos estarían en algún lugar del edificio mal guardados”, y se descubrió que la sustracción había pasado desapercibida durante diez años. Aunque los archiveros eran conscientes de que el material no estaba almacenado en su ubicación adecuada, “un documento desaparecido solo se nota cuando alguien lo pide, ya sea en la sala de lectura, para un proyecto de digitalización o bien por un préstamo a otro centro”, señala Evy Elschot, portavoz del archivo.

En el mensaje se menciona que los documentos de la VOC han estado en la colección durante 175 años, mientras que los otros tienen entre 50 y 100 años de antigüedad. “Contamos con 140 kilómetros de archivos, alrededor de 15 millones de fotografías y 300.000 mapas y dibujos, por lo que resulta imposible llevar un inventario completo de todo lo que ha desaparecido”, señala.

Se confirma es que la persona involucrada trabajó temporalmente durante un año hace diez años y ya ha fallecido. Además, indica que se han implementado medidas adicionales a lo largo del tiempo. A pesar de ello, Elschot enfatiza que son “conscientes de que en una colección de esta magnitud no se puede prevenir un robo al 100%”.

En 2023, la Biblioteca Nacional también sufrió la sustracción de seis libros antiguos del escritor ruso Aleksandr Pushkin. El caso de la desaparición de libros de autores rusos de la Biblioteca Nacional neerlandesa no fue un hecho aislado. Según Europol, entre 2022 y 2023, una banda actuó de igual manera en la República Checa, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Letonia, Lituania, Polonia y Suiza.

El valor de todos los volúmenes sustraídos se estimaba en 2,5 millones de euros. Su relevancia cultural no se puede cuantificar.

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