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Jorge Llopis Planas

Los museos españoles y sus falsos “asimilados”

Seminario de IPCE sobre los falsos en los museos nacionales

miércoles 12 de octubre de 2022, 14:07h

Los pasados 26 y 27 de septiembre, el Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE) organizó en Madrid un seminario bajo el titulo La verdad fingida. Falsificaciones del patrimonio e identidades espurias”, coordinado por Andrés Gutierrez Usillos, Jefe de Dpto. de Ámerica Precolombina del Museo de América y Mª José Suárez Martínez, conservadora de la colección de Porcelanas e instrumentos musicales de Patrimonio Nacional.

Dividido en dos maratonianas jornadas de ocho bloques, el semininario ha tratado de evidenciar la amplitud, diversidad y antigüedad de las falsificaciones en nuestros museos públicos y colecciones, asumiendo esa falsificaciones, algunas expuestas y otras retiradas de exhibición, como una realidad histórica que forma parte de la constitución misma de las colecciones publicas.

Un debate interesante, ya que se reconoce públicamente esa realidad, sino que además se puede justificar mediante la comprensión y aceptación de los procedimientos museísticos del pasado, sus carencias, errores y como han evolucionado gracias al estudio de estas piezas.

Diferentes ponencias se centraron en las colecciones del Museo de América, probablemente uno de los museos nacionales más recientes, creado en 1941 a partir de las colecciones del antiguo Museo de Arqueología Nacional creado en 1867 y por tanto el que ha incorporado más recientemente piezas falsas desde principios de los años 1910 en adelante. Otras intervenciones abordaron esta cuestión del “Falso Asimilado” en el ámbito de la pintura, las artes aplicadas (mobiliario) y los libros.

De nuevo y a partir de planteamientos tan elementales como la definición de falso, original, copia o replica, se evidencia de nuevo el distanciamiento entre el mundo académico y museístico y el del coleccionismo privado y hasta de la sociedad, pareciendo obviar cual es el objetivo de cada uno.

Que un museo nacional asuma falsificaciones en sus colecciones tiene razones científicas, históricas, culturales y antropológicas apasionantes: Saber como pensábamos, como percibíamos y como se ha evolucionado en la investigación del patrimonio y por su puesto la corrupción que ha significado y todavía conlleva la adquisición de estas piezas, como hemos visto recientemente en el binomio Louvre de Paris y Louvre de Abu Dhabi. Porque no lo olvidemos, las falsificaciones en los museos no son cosa del pasado. En este sentido propondría otro seminario: “Relaciones entre conservadores y marchantes ¿Quién compra en las colecciones públicas?”. Este si que podría ser hasta un seminario divertido.

En el mundo privado del coleccionismo, la falsificación tiene otra dimensión: La estafa y el delito que conlleva esta lacra, así como el perjuicio económico y moral del coleccionista que a parte de las instituciones, también persigue la preservación y porque no, la puesta en valor económica de objetos artísticos y antigüedades. Es necesario desde la perspectiva del mecenazgo, es legitimo y está en su derecho ante el esfuerzo económico.

Cabría preguntarse varias cuestiones ante esta postura científica del Falso Razonado”: ¿Por qué he de pagar una entrada si no sé sí estoy viendo una obra maestra o una falsificación?. Asumir esta realidad ¿Es una excusa institucional para no separar grano de la paja?. ¿Por qué no se abren galerías específicas en los museos sobre estos objetos?. ¿Cuántos falsos hay nuestras colecciones nacionales?. Para esto no hay debate, está claro.

Como Perito Tasador Judicial, Historiador de Arte y aficionado, un Museo del Falso (o varios, porque por lo que veo y sabía, los museos están trufados de ellos) sería una fuente muy importante de estudio y comparación en mi ejercicio profesional, por poner un ejemplo. Aprender a diferenciar los auténtico de lo falso, conocer rasgos del falsario y sí es posible su recorrido criminal.

Asumir al falsario como un maestro y su obra una genialidad, en mi humilde opinión una perogrullada de película y palomitas. Sino que se lo digan a los infelices que compraban, Lázaro Galdiano incluido. Intentar justificar que antes no se sabía lo que se compraba, no creo que sea el mejor argumento, sino es para dejar en evidencia a los académicos y expertos museísticos de entonces. Un recurso de acusica de colegio por aquello de la analogía docente. La estafa y el fraude lo era antes y lo sigue siendo ahora.

Este curso estaba dirigido a técnicos de museos, especialistas en patrimonio y antigüedades, estudiantes universitarios, galeristas, restauradores y científicos. No reconocí ni a galeristas, ni a peritos, ni a tasadores, ni a criminólogos, ni profesionales de la investigación científica del sector privado que son otros especialistas potencialmente interesados en el contenido de estas ponencias. He consultado con varios de ellos. No se habían enterado de este importante seminario.

La respuesta fue sencilla por parte de la organización: “No hay presupuesto” ¡Coño! ¿Pero este seminario no se paga con el dinero de todos?, pensé.

De nuevo y muy a mi pesar, se evidencia el divorcio entre lo público y lo privado. Entre lo académico y el resto de los mortales.

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