REDACCION. Del empresario suizo Bruno Estafanini (1924-2018) poco se sabe, fue muy discreto. De origen humilde pero seguro gracias a su ciudadanía suiza, prosperó en el negocio inmobiliario convirtiéndose en un magnate del sector llegando a poseer más de 280 propiedades en la región de Winterthur en el cantón de Zurich, así como cuatro castillos diseminados por el país helvético.
Estafini prospero mucho, tanto que empezó a coleccionar arte y antigüedades, aunque tal vez sea más indicado decir que acumuló de manera desproporcionada hasta que en 1980 tuvo que crear una fundación para poner orden en todo aquello poniendo en marcha la Fundación para el Arte, la Cultura y la Historia cuyas siglas en alemán son SKKG.
¿De qué hablamos? No menos de 100.000 obras de arte y antigüedades entre las que 6.000 son pinturas. Una colección tan desigual y ecléctica que contiene exclusivas curiosidades como el Rolls Royce de Joe Carstairs, una famosa corredora de lanchas, el cepillo de dientes, el lecho de muerte y el testamento de Napoleón. La gorra, el abrigo, la daga y el reloj de bolsillo de oficial del General Guisan, jefe del Estado Mayor suizo durante la guerraUn vestido y sombrilla de la emperatriz Sissí, la mesa en la que Kennedy firmó en tratado de no proliferación nuclear o una caja fuerte de Albert Einstein entre otros de los miles y miles de recuerdos y objetos que configurarían un autentico Gabinete de Curiosidades moderno.
Suiza, arte y antigüedades son términos platean siempre una asociación equivoca que siempre pondrá al país alpino bajo la sospecha de connivencia con el expolio nazi, pero en este caso más allá de su apasionada y descontrolada afición, inicialmente Estafanini no sería sospechoso de nada. Simplemente de ser un acaparador.
Por ello y para evitar futuros riesgos y demostrar que el coleccionista era un comprador compulsivo pero sin mala fe, la fundación SKKG ha puesto en marcha bajo la dirección de Bettina Stefanini (hija de este Diógenes helvético) un departamento independiente de expertos que llevará a cabo la evaluación de la obras y piezas de la colección y tomar decisiones vinculantes sobre su devolución en caso de haber pertenecido a judíos o ser considerados perdidos debido a la persecución nazi.
Cinco miembros del nuevo departamento son judíos y están coordinados por Andrea Raschèr, exfuncionaria del Ministerio de Cultura suizo que se especializó en arte saqueado y que ha declarado que las decisiones que se tomen serán basadas en los Acuerdos de Washington de 1998. Los investigadores forman parte de un equipo de 80 personas dedicadas a inventariar, fotografiar los 85.000 artículos de la colección.
Betina Stefanini espera que el nuevo departamento de la SKKG sea un ejemplo en Suiza. “Queremos ser valientes y hablar de cosas de las que no se habla. Si fomentamos los temas de procedencia y propiedad, es probable que se traslade a otros museos”.
La investigación de procedencia se publicará la web de la fundación. Hasta ahora se ha llevado a cabo una revisión preliminar de 93 objetos de los cuales 6 despiertan sospechas y requieren un examen más detenido.
La fascinación de Bruno Stafanini por los personajes históricos le llevó a adquirir su indumentaria, como el figurín del uniforme que Charlie Chaplin usó en “El gran dictador”, las botas de montar y un diente de leche de la emperatriz Sissí o el uniforme del general Norman Schwarzkopf en la Guerra del Golfo. Entre las compras más oscuras de Stefanini estaba el termómetro rectal de Hitler, la ropa de los involucrados en los juicios de Nuremberg, tanto los uniformes de prisión de los acusados como los artículos que pertenecían a los fiscales.
Su obsesión por la Segunda Guerra Mundial, también lo llevó a coleccionar un verdadero arsenal: pistolas, ametralladoras, obuses, granadas, incluso un tanque completo. Los artefactos sin explotar fueron entregados a la policía y ejercito suizo.
En 2018 Bettina Stefanini tomó el control de su fundación y de la colección que estaba esparcida por sus diferentes propiedades, incluso en cuatro castillos en ruinas. Algunos objetos estaban todavía intactos en sus embalajes de las casas de subastas.