Arrancamos esta serie de artículos tratando de definir qué se entiende por coche -o moto- de colección, y la respuesta es sencilla siempre y cuando admitamos diversos criterios al respecto.
El automóvil es ciertamente una máquina, pero no es una máquina más, ya que ninguna otra provoca tantos sentimientos e ilusiones, y tal vez eso es así por ser la máquina que permite viajar libremente, y el viaje ha sido siempre una de las obsesiones del hombre desde que este apareció en la Tierra, siendo el automóvil algo así como una habitación de la propia casa que puede desplazarse para ir a otros lugares, lo que hace de él algo único.
Para empezar, diremos que hay casi tantos diferentes motivos de atracción por los vehículos clásicos y antiguos como coleccionistas, ya que en muchos casos hay personas que tienen no sólo un determinado modelo de coche, sino una unidad concreta, siendo el citado vehículo el que perteneció a su madre o a su abuelo, asociando ese automóvil a sus recuerdos de infancia, a sus viajes de verano, y cosas similares. Los coches que responden a este criterio son casi siempre lo en el argot de los aficionados se conoce como “Clásicos Populares”, al igual que en algunos casos hay personas que lo que quieren es conservar el ciclomotor que sus padres le compraron en su adolescencia gracias al cual revive sus primeros paseos en un pueblo o una urbanización durante los fines de semana y las vacaciones, y en todos estos casos, si no se puede tener el coche añorado, sí se quiere tener uno igual. En España hay automóviles que responden a estos pensamientos como por ejemplo el SEAT 600, arquetipo de dos o tres generaciones en este sentido, los 124 y 1430, los Renault 4 CV, R8 y R12, el Dodge Dart de Barreiros, o el modesto e inolvidable Vespino, existiendo también los fans de modelos concretos que suelen agruparse en lo que conocemos como “clubs de marca y clubs de modelo”, como el de propietarios del VW Golf, Peugeot 205, Renault 4 CV, Dauphine, R4, los clubs de microcoches, y muchos más.
En otros casos tenemos a los aficionados que tienen o desean tener el coche que les cautivó en su adolescencia y juventud. Suelen ser modelos deportivos cuya posesión colma ese deseo que, ahora sí, pueden satisfacer, materializando de esta manera un sueño de antaño.
Tenemos también al aficionado al automóvil clásico en general, al igual que existen los aficionados a las viejas máquinas de escribir, a los aparatos fotográficos, a los mapas, a las radios y a muchos otros objetos.
Luego están los coleccionistas amantes de los automóviles de una determinada época, otros a los que gustan los coches de competición, o los muy antiguos, o los norteamericanos, y los fanáticos de una marca concreta, como pueden ser por ejemplo los “ferraristas” y los “porschistas”, al igual que, yéndonos a modelos más antiguos, tenemos a los “bugattistas”, sin olvidar a los amantes de los Mercedes, Jaguar o Morgan.
Todo lo dicho nos lleva a constatar que esta afición es amplísima, y a ella habría que sumar a los aficionados a los camiones y autocares antiguos, así como a los tractores, tipos de vehículos con los que muchos de sus propietarios coleccionistas han trabajado gran parte de sus vidas en condiciones a veces muy duras, y para los que estos vehículos son parte fundamental de sus vivencias.
Por alguna atávica razón, el coleccionismo de vehículos clásicos y antiguos suele asociarse con frecuencia por muchos a un alto nivel económico, algo muy errado tras todo lo que acabamos de comentar. Es como decir que quien tiene en su casa una pintura es millonario porque ha visto en televisión que en una subasta determinada se ha pagado una fortuna por un cuadro. Coleccionar Ferrari de competición es ciertamente costoso, pero tener un Renault 12, un SEAT 850, o un Citroën 2CV es perfectamente asequible. De hecho, el mayor problema que tienen sus propietarios es disponer de un lugar para guardarlos, pero no su costo y su mantenimiento. Los coches populares suponen del orden del 90 o más de los automóviles en manos de aficionados, existiendo también un cierto número de recambistas que facilitan la conservación.
Y además hay otro aspecto muy importante, fácil de explicar y entender, y consiste en que los coches de colección salen a la calle, cosa que no ocurre con otras aficiones, porque el amante de los sellos puede gozar mucho viéndolos, y tal vez se los enseñe a algunos amigos, pero esta y otras aficiones son muy restringidas en cuanto a su disfrute, mientras que los coches clásicos ruedan por calles y carreteras, pudiendo ser contemplados por un público que disfruta viéndolos por lo que les aporta recuerdos personales, y en este aspecto no se me ocurren otras aficiones que puedan compararse, y además no hay que olvidar que los vehículos antiguos y clásicos son un patrimonio cultural e industrial, y esto no lo digo sólo yo, sino que lo dice y lo reconoce la propia UNESCO, patrimonio que puede ser visto y gozado por muchas personas además de sus propietarios.
Seguiremos con otros artículos sobre el tema.
PABLO GIMENO preside la Comisión de Cultura de la Federación de Asociaciones de Vehiculos Antiguos (FEVA)