Hay poco escrito sobre los ladrones de arte. De hecho, lo que hay publicado en su gran mayoría son relatos de ficción o al gusto de la fantasía del autor. Algo similar sucede con los llamados Grandes Falsificadores, de los que también se han escrito, cuando nohan sido ellos mismos relatando grandes epopeyas, cuando no mamarrachadas. Ladrón y falsificador de arte, son dos profesiones mitificadas y a veces, hasta estúpidamente excusadas.
Cuando se habla normalmente de robos de arte, se hace mención a las grandes piezas de autores importantes y por extensión (y eso siempre que se pueda publicar) del lugar donde se han robado, ya sean instituciones públicas o colecciones privadas.
Ya les adelanto que de colecciones privadas se habla muy poco, a excepción de casos como el ególatra y siniestro Juan Manuel Cancela Sapieha (a) el Sapo y su robo de la colección de Esther Koplovwitz y que sinceramente, para los que leemos entre líneas, no está todavía claro. El motivo es menos romántico que la hazaña. Negociar y cuando se trata de negociar, este tipo de gestiones enturbian a la policía, las aseguradoras y a los intermediarios. Cosas Feas, de las que se prefiere no hablar…
Perece que esto de robar arte sea otra profesión de toda la vida. No se equivoquen. Robar arte en el pasado tenía un riesgo mucho mayor, ya que quien coleccionaba eran nobles y si por cazar ciervos en sus cotos privados te podían desollar vivo, no quiero imaginar la pena por haber robado algo preciado.
El robo de arte como lo conocemos, es reciente, digamos de finales del siglo XIX y XX, perpetraos contra coleccionistas privados y grandes instituciones muchas veces mal custodiadas, léase el Louvre en 1911 o el Palacio Real de Madrid en 1989 o el Museo Munch de Oslo en 1994 y de nuevo en 2004 con la misma pintura.
El robo de arte es una actividad muy relacionada con la falsificación, ya que el principio es, o era muy sencillo. Robar la pieza y hacer copias (4 como mucho) y colocarlas (revenderlas) en el mercado negro.
Muchos robos fueron encargos de coleccionistas codiciosos, ególatras y sin escrúpulos y está claro que el riesgo no estaba en robar, sino en engañar al comitente del robo con la realización de esas copias. Tiene su lógica. Si se encarga un robo de una pieza preciada y única, lo que más molesta es que ya no sea tan única y lo peor: Tener la sospecha que puede ser una copia…
En Pecados del Arte ya hablamos de los probables destinos y escenarios que podían dar con este tipo de robos de arte.
Años 90 un nuevo escenario
El submundo del robo del arte, sufre el gran revés con la aparición de internet y la rapidez con las que las policías, museos y salas de subastas (algunas muy a su pesar) del mundo “serio” se adaptan y emplean la red para identificar las obras y evitar su circulación en lo posible.
Se calcula que una obra robada antes de los 90, tardaba una media de 10 años en salir al mercado. Hoy, la afloración de arte robado en el segundo mercado, al menos en los mercados serios, es francamente difícil, cuando no improbable.
He empleado dos veces el termino Serio, porque muchos países y sus policías y autoridades, simplemente se pasan por el Arco de Triunfo cualquier normativa internacional. Suelen ser países donde la ausencia derechos humanos y libertades individuales son norma y la autocracia su forma de gobierno. La lista es larga y conocida.
Podríamos decir que hoy en día, el robo de arte tendría como objetos, el rescate por su devolución, y por tanto tal vez debamos empezar a emplear el concepto Secuestro o Rapto de Arte .
Noah Charney fundador de Association for Research into Crimes against Art, añade otro objetivo para este tipo de robos, como he comentado en otras ocasiones y sería el pago o intercambio en el entorno del crimen organizado. Las obras de arte serían habitualmente utilizadas por bandas de delincuentes profesionales en sus negocios con drogas o armas, pagando un cargamento de cocaína o kalashnikovs con un cuadro de un pintor famoso. De manera que autores como Picasso, Matisse, Van Gogh, Rembrandt, Sorolla o Cézanne pueden llegar a manos de terroristas del Norte de África u Oriente Medio, como ya ocurrió cuando estaba operativo el IRA.
Stéphane Breitwieser ¿El ladrón con Síndrome de Diógenes?
Como en el caso de los falsificadores, tampoco hay demasiada, sino más bien escasa literatura sobre las motivaciones del ladrón de arte. Lo que podríamos llamar el Perfil. De nuevo la literatura o los medios, más o menos sensacionalistas, en algunos casos, han sido los que nos aproximan estas figuras, pero no hallamos explicación científica que profundice en este tipo de ladrón especializado que “trabaja” una mercancía tan compleja como he explicado anteriormente.
Este último sería nuestro protagonista y que Stéphane Breitwieser es un claro y reciente de un ladrón víctima de su propia patología, ya que hablamos de un caso claro de Síndrome de Diógenes o como dictaminó la fiscal Manon Brignol de su juicio en Francia en 2005, se trataba de un egoísta narcisista, ya que por lo visto, Breitwieser nunca robó para lucrarse, sino por el simple placer de poseer y acumular.
Breitwieser robó y mucho
Hay una serie de rasgos comunes en el comportamiento de Stéphane Breitwieser: Jamás utilizó la violencia. Sus robos fueron a plena luz del día; Los museos en los que llevó a cabo sus robos serían considerados “menores”; Los objetos que robaba eran muy “selectos” (que no caros) y actuó con la complicidad de su novia y su madre, pero sobre todo, actuó con “deportividad”. En una especie de juego del gato y el ratón, nunca mejor dicho.
Desde 1995 hasta 2001, cuando fue detenido, Stéphane Breitwieser, cometió 239 robos en pequeños museos (entre 170 y 200) , iglesias y anticuarios de Francia, Suiza y Alemania. Se especializó en el arte y objetos de los siglos XVI, XVII y XVIII, desde pequeños cuadros de Pieter Brueghel el Joven, Adriaen van Ostade, François Boucher o Durero entre otros, así como cientos de objetos desde copas de plata, platos, jarrones, cuencos, espadas ornamentadas, instrumentos musicales, tazas de té doradas, platos en esmalte y mármol, que guardaba en su cuarto en la casa de su madre.
Siempre le acompañaba su novia de entonces, una tal Anne- Catherine Kleinklauss, a la que aquello le parecía una aventura divertida y cooperaba distrayendo a guardias y personal de los museos, porque no hay que olvidar que Stéphane Breitwieser, siempre robó a plena luz del día aprovechando la distracción de los empleados y levándose el botín en su chaqueta, sin ningún tipo de violencia.
Es de suponer que a medida que el muchacho incrementaba su colección, también aumentaba la alarma de su novia y su madre Mireille Stengel.
Un rasgo que definiría que no era un ladrón profesional, fue precisamente el robo que provocó su detención. Intentó robar dos veces en el mismo sitio. Fue en el museo Richard Wagner en Lucerna, Suiza en 2001. Breitwieser había robado una trompeta y volvió a los dos días para llevarse un pequeño bodegón del siglo XVII de Willem van Aelst . fue reconocido y detenido.
Breitwieser pasó dos años en prisión antes de ser extraditado a Francia. Sin embargo, las autoridades suizas tardaron 19 días en tramitar los permisos legales necesarios para localizar al ladrón en casa de su madre, en Francia.
La pobre mujer avisada por la novia del ladrón, pudo destruir más de 100 obras tirándolas a la basura y otro tanto fue a parar a las profundidades del canal del Rin- Ródano.
El juicio se llevó a cabo en Francia en 2001. A Stéphane Breitwieser le condenaron a 5 años después de haber devuelto lo robado. Pidió cumplir su condena en Suiza donde estuvo encarcelado inicialmente con banqueros y directores de empresas y eran mejores compañeros que los delincuentes y los narcotraficantes de las prisiones francesas con quien, dijo, no tenía nada en común. La sentencia relativamente más corta se debió a la naturaleza no violenta de sus delitos.
Su madre Mireille Stengel fue condenada a 3 años por destrucción de patrimonio artístico y su novia Anne- Catherine Kleinklauss fue encarcelada durante 6 meses como cómplice.
Breitwieser salió de la cárcel en 2005 de la cárcel por entregar todas las obras y por buena conducta, nunca pudo restablecer su vida sentimental. Su novia lo dejó y su madre le perdonó, pero no lo quiso volver a ver en su vida.
Actualmente vuelve a estar en prisión bajo sospecha de intento de venta en 2016 en Ebay de un pisapapeles del siglo XIX robado del museo de cristalería en Saint Louis y por ser sospechoso del robo al Museo Histórico de Mulhouse (Francia)de unas monedas romanas y objetos aSu caso está en proceso de investigación para que responda ante estas nuevas acusaciones.
Stéphane Breitwieser nació en 1971 en Alsacia, al noreste de Francia. Tuvo una infancia acomodada, en una casa llena de muebles elegantes. Su mayor felicidad era pasar tiempo en el museo. Su primer robo llegó tras una crisis familiar, cuando apenas tenía 22 años: Sus padres se divorciaron y del hogar elegante, se fue a vivir con su madre a una casa más modesta en la ciudad industrial de Mulhouse con muebles de formica.
Su técnica se basaba en la observación previa, estudiar los momentos de menos vigilancia (turno de comida) su amabilidad y el empleo únicamente de su navaja suiza como un MacGyver , cualquiera.
Su primer robo fue en 1995, mientras visitaba el castillo medieval de Gruyères en Suiza. Vio un cuadro que le interesó, le quitó los clavos y lo guardó debajo de su chaqueta
Durante su cautiverio escribió un libro “Confesiones de un ladrón del arte”, publicado en 2006 y traducido a varios idiomas, menos en español. Una lástima o menuda mierda de editorial.