En España, este mundo del robo, fraude y falsificación de arte es cutre, no nos engañemos. Parece como si que nuestros profesionales del sector no pudieran vivir dignamente de esto de estafar y robar. Al final todos quieren ser famosos.
Hacerse famoso ¿Para qué? ¿Para vender libros? Mal vamos. En España se lee poco ¿Vender sus propios cuadros? Peor. En España no se colecciona y menos a falsificadores redimidos porque además suelen ser caros. Se olvida que en España no somos mitómanos y además maltratamos a nuestros famosos. El objetivo hoy, está claro: Son los reallities que pagan mejor e intentar que alguna plataforma les haga el documental o la peli. Sic transit gloria mundo.
No olvidemos que hablamos de delincuentes que han sido descubiertos, detenidos y ya no sirven para su oficio. Están quemados y fundamentalmente son muy cansinos. Todos han sido “El mejor del mundo”. A veces me recuerdan aquellos carteles de circo de provincias. Todos argumentan lo mismo “Sí yo contara…”, !Pues cuéntalo, coño, que ya no eres nadie!, Pero no pueden porque nada de lo que cuentan es demostrable.
Los profesionales si les recordamos porque los hemos estudiado, pero en estos años de profesión, reconozco que jamás me ha llegado para analizar o peritar ninguna obra de ellos ¡Ojalá!. Así que ustedes mismos…
Hasta cierto punto siento cierto respeto por el falsificador-artista, pero no, por el estafador y fullero que le quita el pan a quien realmente pinta. No les tengo ningún afecto, más allá de admitir su creatividad en montar el pufo que se basa en engañar al imbécil o al codicioso. Y eso no tiene mérito.
Sí les hago la pregunta, sólo recordarán dos nombres Elmyr y Erik y en estas fechas, hasta cuatro (se han apuntado al circo El Sapo y Oswald Aulestia). Pero hemos de reconocer que el farsante que ha conseguido más renombre en España ha sido Elmyr D’Hory,
Para ello debemos trasladarnos o ponernos en contexto de la sociedad española de los años setenta, sin redes, internet, prensa limitada y dos canales de televisión. Tal vez sea duro para los más jóvenes imaginarlo siquiera. Aquello era así.
El llamado Elmyr d’Hory (tenía más de 15 alias), no fue más que un vulgar falsificador de documentos refugiado en la España de entonces. No pintó un solo cuadro y nadie puede decir que lo hiciera, pero fue encumbrado como “el mayor falsificador del mundo”.
Un libro (“
Fraude”) de
Clifford Irving, un documental (“
F de Fake”) de
Orson Welles estrenado en el Festival de San Sebastián de 1973, más un par de entrevistas en la TVE de entonces,
José Mª Iñigo (“
Directisimo” en 1975) y
Joaquín Soler Serrano ( “A fondo” en 1976) fueron los detonantes de su fama. Un verdadero alarde de medios en la época, posiblemente planificado y orquestado por su amante-marchante
Fernand Legros. Fue tanta su popularidad que hasta más de una prestigiosa galería de arte de entonces se creyó el cuento (o participó del timo) montándole exposiciones. Incluso en 2013 el Círculo de Bellas Artes de Madrid le hizo hasta un homenaje. El mito continuaba
coleando.
He visto los tres audiovisuales: La película fue un experimento y las entrevistas pactadas y grotescas. He leído el libro de Irving, un tipo que se dedicaba a fabular y “pactar” biografías, así como más artículos sobre el personaje que lo único que confirman que el “el mayor falsificador del mundo” no era más que un falsificador de firmas y una esperpéntica locaza de entonces, sometido, amenazado y torturado por sus novios-marchantes Fernand Legros y Réal Lessard. No se sabe nada más. Su muerte en diciembre de 1976 provocada por tu terror ante la deportación a Francia ,nos ha privado de conocer de verdad aquel peripatético personaje de la socialité ibicenca de los 70’s.
“Desmontando a Elmyr“ (2018) de
Diego Feliu es otro ensayo biográfico mucho más riguroso e interesante sobre la realidad del personaje. Su biografía como falsario documental y recorrido según documentos judiciales, sus extrañas relaciones y la mentira de alrededor de su supuesta obra. Recomendable e imprescindible.
Ya ven. Este circo patrio de ladrones y estafadores como Juan Manuel Cancela Sapieha (a) el Sapo, Oswald Aulestia o René Alphonse van den Berghe (a) Erik el Belga, ni si quiera han sido originales. Todos repiten lo mismo y como siempre no es demostrable. En eso consiste su fama: En intentar crear el mito y vivir del cuento.
Al menos el Sapo y Aulestia han conseguido la película. Erik, no.