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EDITORIAL

MUSEITOS DESPROTEGIDOS

domingo 08 de diciembre de 2024, 10:00h

La semana del 20 de noviembre fue aciaga para la museística local francesa. En dos días se produjeron dos robos y no de poca importancia, precisamente.

Alguno recordará al infeliz de Stéphane Breitwieser, aquel pobre diablo que fue robando por esos museos de Dios y que cuando le pillaron descubrieron que con la madre y su novia habían formado el Gang del Chicharrón.

Todavía no están claras las motivaciones de Stéphane Breitwieser, más allá de las explicaciones que dieron varios siquiatras en el libro que publicó Michael Finkel "El ladrón de arte. Una historia real de obsesiones y crímenes". Un sociópata narcisista sin solución. La cuestión es que el pavo robó más de 1.400 piezas en unos 70 pequeños museos de Alemania, Suiza, Francia, Bélgica y Holanda y la fastidió repitiendo en el que menos convenía. En Suiza, donde todo parece apacible porque precisamente lo tienen todo controlado.

La biografía de Breitwieser relata que el chico, no robaba para vender, sino que sufría una especie de síndrome de Diógenes con objetos bellos de todo tipo y condición.

Los pequeños museos de “provincias” en Europa tienen eso. Son espacios locales creados con cariño y orgullo patrio que poseen piezas a veces raras, pero siempre valiosas. Son espacios que muestran orgullosamente al publico las maravillas de sus artistas, artesanos y orfebres reafirmando su tradición.

Entidades como ARCA (Asociación para la Investigación de Delitos contra el Arte) advierten del peligro en el que viven estos pequeños museos y de su vulnerabilidad ante los profesiones de lo ajeno.

Es difícil cubrir la ingente cantidad de museos y museitos que pueblan la geografía europea y por supuesto la española. En nuestra casa, los robos en espacios públicos parece que son pocos. Pero sólo es eso: Parece.

Posiblemente son los espacios religiosos los más sufren. Iglesias olvidadas o pequeños museos diocesanos, sin olvidarnos de la lacra permanente del robo de crucifijos e imágenes en los cementerios para fundir el bronce.

Uno de los aspectos más preocupantes del robo es la naturaleza de los objetos robados. Las piezas no solo tiene valor monetario, sino que también son símbolos sagrados e irreemplazables de las creencias y tradiciones de la gente. El robo siempre será una tragedia para los museos, pero cuando se trata de obras de arte queridas que han sido parte del tejido social de una comunidad, la pérdida se siente de verdad y profundamente. No son palabras mías, sino de Lynda Albertson, de ARCA.

Hemos desacralizado nuestra cultura en un burdo intento de borrar nuestro pasado y orígenes. Un gravísimo error del que desgraciadamente nadie le pasará la factura a los responsables políticos. Otra cagada más del políticamente correcto y que nos está llevando a perder el horizonte cultural de la Europa en la que vivimos tan bien hasta ahora.

Parece que en la Cultura europea que debe prevalecer es tan solo la que emana del Siglo de las Luces y la Ilustración, olvidando los 1.700 años de claro-obscuros anteriores. Olvidamos que la historia se forma a partir de la sucesión de hechos que proceden, evolucionan y se llevan a cabo a partir de los anteriores y que es una necedad digna de deficientes y dictadores, intentar encapsular los periodos concretos como hechos individuales para ensalzarlos.

Los robos de estos pequeños museos se han producido a plena luz del día y con público, que probablemente es lo más preocupante. No por el riesgo que conlleva enfrentarse a unos cacos, sino precisamente por la falta de arrojo y valentía del visitante pasivo ante un robo.

Otra cuestión es el porqué de este tipo de robos. Para ello hay que aplicar la lógica. Piezas pequeñas de gran valor que te las metes en el bolsillo y sales zumbando.

Piezas que se perderán para siempre ya que en el mejor de los casos, acabarán casa de un coleccionista mitómano y narcisista y que en el peor , en manos de algún imbécil que intentará fundir el oro y recuperar las piedras preciosas, olvidando (o desconociendo) que ni el oro empleado en orfebrería es valioso (máximo 14 kilates) y ni las piedras que se empleaban eran de excelente calidad.

Parece que robar cajas de rapé en el Musée Cognacq-Jay de París, es más importante que las joyas desaparecidas del museo diocesano del Monasterio de Lluc (todas clasificadas como BIC). Como digo, una cuestión de perspectiva ideológica.

Nuestros museitos están en peligro, no lo dude el lector. Nuestro ayuntamientos gastan dinero (mucho) en plazas y arte que pocos entienden o aprecian, sin embargo los museitos sigue estando en pelota viva en cuestiones de seguridad a la espera del ladrón.

En España se calcula que tenemos 1.090 museos locales de todo tipo y condición, no sólo religiosos. Elimine usted los llamados de Titularidad Estatal que son 16, los 69 que gestionan las autonomías y nos queda la bonita suma 1.005 espacios. Por supuesto quedan los 1.527 museos privados, pero ya se sabe que lo privado no cuenta por la cochina envidia celtibérica ¡Qué se jodan!.

2.532 museos que están esperando al amigo invisible. Lo único que esperamos es que al menos, cierre la puerta al salir.

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