El Selfi es un gran azote de nuestros tiempos. Nadie lo duda. La necesidad narcisista de exhibicionismo ha llegado a límites preocupantes.
Hoy la cosa va de los daños del Selfievandalismo. En menos e una semana, que sepamos, han habido selfidesgracias museísticas por hacerse un selfie delante, encima o detrás de una obra de arte. Como siempre el Selficretino y el operador de cámara se olvidan donde están, de las advertencias y de los riesgos en pos de la supuesta inmortalidad que se perderá cuando se borren los selfis.
A mediados de abril (no se comunicó hasta el jueves pasado) en un museo italiano, un SelfiCretino mórbido, se sentó en una escultura de papel y cristales de Swarovsky que representaba la silla de Van Gogh. El gordo la chafó y salieron huyendo. Hace unos días , también otro deficiente buscando el encuadre perfecto se acercó demasiado al cuadro con el que quería salir y se resbaló y ha rasgado el cuadro. Esto pasó en la Galeria de los Uffizi, que no es museo menor.
¿Solución? Hay varias opciones. Las consabidas multas, pero en serio. Por la estupidez y por los daños provocados, que son dos cosas diferentes (y empiezo a pensar que igualmente punibles). Las multas por daños no pueden limitarse únicamente a pagar el coste de restauración de la obra dañada, sino multiplicar por cuatro o por cinco como medida ejemplarizante podría ser un principio. Si el selfiimbécil es de fuera, multa ipso facto cautelar de 1500 € y luego en el juicio posterior, ya se "afina", pero un palo de 1.500€ en vacaciones hace que te lo pienses dos veces, y ese sí es un recuerdo para toda la vida.
Esto implicaría de nuevo una revisión del Código Penal, plato que no es de gusto para el que gobierna, ya sea porque no le importa un árdite el patrimonio o porque tiene miedo que le acusen de represor.
¿Es tan complicado poner taquillas para los móviles antes de entrar en el espacio museístico?. Entiendo que esta última medida es muy radical, ya que sabemos lo vital que es responder en cualquier momento cuántos iremos a comer a casa de la abuela o lo ineludible de encontramos a la salida para ir de compras, y eso sin contar con los brotes de ansiedad que se tienen si no se contesta un WSP cualquiera. Decisiones de vida o muerte, como todo el mundo bien sabe y experimenta.
Los espacios abiertos son otro lugar propiciatorio para el Selfivandalismo. Las cámaras de video vigilancia de los sitios monumentales ayudan pero a veces se llega tarde. Hace dos años otro inconsciente escaló de noche y borracho por el Neptuno de la Piaza della Signoria. Hasta nuestra Rosalia fue amonestada en Atenas por hacerse selfies calzando estiletos de tacón (verdaderos estiletes para los suelos de piedra) en la Acropolis; En Palma dos turistas derribaron una escultura hace un par de meses ¿Sigo?. Pongan Selfie en el buscador del portal y verán cuanto majadero anda suelto.
Verdaderamente no hay una regulación sobre el asunto y los guardias jurados no saben que tiene que hacer. Ellos también se hacen selfis, por supuesto.
Cuando surgen, son noticias que quedan en suceso local, (en la desgraciada anécdota) que no trasciende y por supuesto, no nos enteramos de la mitad.
Por supuesto existe el riesgo personal, pero en esto soy más comprensivo. ¿Quién soy yo para coartar la libertad de un mamarracho que se cae desde el acueducto de Segovia por hacerse un selfi?. Mientras no caiga encima de nadie o manche excesivamente el entorno con sus vísceras, que se mate como quiera.
Nuestra redactora jefe apunta que el asunto del Selfi se trata de Iconorexia: Una pulsión obsesiva por autoproclamarse icónos basadonsose en la inmediatez, pero tengan en cuenta que es criminóloga e hija de médico.
Yo sigo insistiendo que se trata de cretinismo puro y duro.