Durante el siglo XIX en España hubo una gran desamortización, la de Mendizábal y otra que la culminó conocida como Madoz. La de Mendizábal, 1837, expropió tierras eclesiásticas conocidas como “manos muertas” y se subastaron públicamente. También se vendieron bienes inmuebles de monasterios y congregaciones religiosas. Se necesitaba dinero para pagar la I Guerra Carlista. La de Madoz, 1854, puso a la venta propiedades comunales de ayuntamientos, del Estado, del clero, de las ordenes militares, cofradías, obras pías… Pero estas no fueron las únicas. España ha sido un país de desamortizaciones cuando ha faltado dinero. En el siglo XVIII el rey Carlos III llevó a cabo una desamortización y Manuel Godoy otra en 1798. En el siglo XIX, a parte de las explicadas, desamortizaron José I Bonaparte, las Cortes de Cádiz, el Trienio Liberal (1820-1823), y Espartero (1841). Artísticamente, durante todas estas desamortizaciones, ¿qué ocurrió? A lo largo de este artículo hablaremos de esto.
Con las desamortizaciones, desde 1821 a 1867, el Estado español ingresó cerca de 2.700 millones de pesetas. Este dinero no cubrió la deuda, ni saneó el dinero perdido durante las guerras carlistas, pero si sirvió para que cambiara la estructura social española. Es decir, las grandes propiedades pasaron de una mano a otra. Bienes eclesiásticos y estatales pasaron a manos de aristócratas y burgueses. Con lo cual se enriquecieron dos clases sociales, en detrimento de otras, y ese cambio no mejoró la economía española. Al contrario, parte de ese cambio de manos no fomentó la revolución agrícola ni supuso mejoras.
Desamortización equivale a nacionalización. Con ella se privatizó el 25% del territorio español y se saneo, como hemos dicho, parcialmente la economía. Además las arcas del Estado tuvieron dinero para afrontar las guerras carlistas, la peste, las hambrunas que padeció España durante este periodo.
Como hemos dicho, los bienes que se pusieron a la venta fueron adquiridos por nobles y burgueses urbanos adinerados. Las desamortizaciones tuvieron una doble función. Por un lado, sacar las tierras a la Iglesia que llevaban muchos años en su poder. Y por otro lado, reducir su poder al haber dado apoyo a la causa carlista.
La primera desamortización del siglo XIX la llevó a cabo José I Bonaparte. El decreto fue publicado en la Gaceta de Madrid, el 21 de diciembre de 1809, para la creación de un museo. De los 18 conventos que se suprimieron en Madrid se recogieron 1.500 cuadros. A parte del museo José I pidió que “se formase una colección de los pintores célebres de la escuela española para ofrecérsela como regalo a Napoleón”. Paralelamente a las colecciones para el museo y para Napoleón, otras dos colecciones adornarían el Congreso y el Senado.
Aquella organización fue un desastre y desaparecieron muchos cuadros. Otros se estropearon por el mal estado de los almacenes donde se depositaron. El lugar elegido para la creación del museo era el Palacio de Buenavista, en estado ruinoso en aquellos momentos. El museo nunca llegó a materializarse. No así la colección para Napoleón, que hoy en dia se expone en el Museo del Louvre de Paris.
Estando José I en los Reales Alcázares de Sevilla, ordenó que en él se reunieran todos los bienes confiscados a los conventos. En el año 1810 ya había depositadas ahí 999 piezas. En Granada dio orden de abrir otro museo. Se conservaron y expusieron las obras en el Monasterio de la Cartuja. En Barcelona se montó un museo en la Escuela de Nobles Artes de la Junta de Comercio. En Valencia en el Museo de Bellas Artes.
La Cortes de Cádiz dieron a conocer un decreto, el 13 de septiembre de 1813, por el cual los bienes de la Inquisición, los de los jesuitas, las haciendas rústicas y urbanas de las ordenes militares, los de los conventos y monasterios arruinados o suprimidos, las fincas de la Corona y Sitios Reales, quedaban amortizados para el pago de la deuda nacional. Muchas de las medidas que no pudieron llevarse a cabo durante las Cortes de Cádiz, se materializaron en el Trienio Liberal. En ese periodo (1820-1823) sólo se organizó un museo. El de San Buenaventura de Sevilla. Ahí se expusieron obras de Zurbarán, Murillo, Valdés Real, Ribera, y la escultura de Dan Jerónimo de Pedro Torrigiano. Con la llegada de Fernando VII se anularon todas las ventas.
La primera norma que tomó Juan Álvarez Mendizábal fue que volviera a entrar en vigor la desamortización de 1820. Esta exceptuaba de su venta en subasta archivos, bibliotecas, pintura y demás enseres. Legando al Ministerio del Interior su tutela a los gobernadores civiles. Estos crearon comisiones de expertos, que pasaron a llamarse Juntas de Intervención de Objetos Aplicables, Ciencia y Artes. Aunque se pretendió inventariar todas las obras, muchas de ellas se perdieron.
En 1837, dos años después del decreto de Mendizábal, la situación de las obras de arte no podía ser peor. Los cuadros estaban en malas condiciones. Se desconoce el total de obras de arte que se perdieron, o bien por el mal estado, por haber sido vendidas o por algún robo. En ese año se creó la Comisión Científica y Artística para poner fin a aquel caos. En 1839 se abrió el museo de Granada, en 1842 el de Sevilla y el de Valladolid.
El 13 de junio de 1844 se aprobó la institución Comisiones de Monumentos Históricos y Artísticos. Su función era reunir libros, códices, documentos, cuadros, estatuas y medallas pertenecientes al Estado. Formar catálogos, descripciones y dibujos de monumentos y antigüedades que no pudieran trasladarse. Crear archivos con manuscritos y códices. “Cuidar de los museos y bibliotecas provinciales, aumentar estos establecimientos, ordenarlos y formar catálogos metódicos de los objetos que encierran”.
Esta institución se dividió en tres secciones. La segunda, esculturas y pinturas, se encargaba de los museos. Pidieron a todas las provincias los inventarios existentes del patrimonio amortizado que aún se conservaban en almacenes deteriorados.
La desamortización de Pascual Madoz no tuvo consecuencias en la formación de museos, pues se pusieron a la venta propiedades rústicas. Se puede decir que todo el patrimonio artístico y cultural ya había sido supuestamente desamortizado. La realidad es que aún quedaba patrimonio. Este se desamortizó durante el Sexenio Democrático (1868-1873), cuyas obras pasaron a formar parte de museos.
Por lo que se refiere a los inventarios que, durante esos años, se realizaron del patrimonio artístico, vamos a hablar de ellos. De las desamortizaciones de 1806-1808 y 1820-1823 no hay inventarios de los Santuarios, Obras Pías y Cofradías que perdieron sus obras de arte. El inventario más notable sería las obras de arte que se le entregaron a Napoleón y los museos que ordenó construir José I Bonaparte.
Los inventarios que se llevaron a cabo durante la desamortización de Mendizábal quedaron depositados en el Archivo Histórico Nacional. El 29 de febrero de 1840 una Real Orden de l Secretaría de Estafo y Despacho de Hacienda sobre los inventarios ordenaba que “se formaran los legajos de modo que sea fácil manejarlos”. Así se tenían que conservar siguiendo estos parámetros. Nombre de la institución; Tipo documental; Número orden de la pieza; y Descripción o resumen de la pieza. Una Real Orden del 1 de octubre de 1898 mandaba recopilar y ordenar toda la documentación conservada. Entre 1900 a 1922 se hizo una labor de identificación de piezas archivísticas.
En el archivo de la Real academia de Bellas artes de San Fernando de Madrid se depositaron los inventarios que confeccionó la Comisión Central de Monumentos y la Comisión de Monumentos. Estos los recibió en el año 1859. Estos inventarios incluyen pinturas, esculturas, libros, manuscritos y edificios. También enseres aparentemente triviales. Estos inventarios incluían las siguientes provincias y los pueblos vecinos a las capitales: A Coruña, Álava, Albacete, Alicante, Almería, Asturias, Ávila, Badajoz, Illes Balears, Barcelona, Burgos, Cáceres, Cádiz, Canarias, Cantabria, Castellón, Ciudad Real, Córdoba, Cuenca, Girona, Granada, Guadalajara, Guipúzcoa, Huelva, Huesca, Jaén, La Rioja, León, Lleida, Lugo, Madrid, Málaga, Murcia, Navarra, Ourense, Palencia, Pontevedra, Salamanca, Segovia, Sevilla, Soria, Tarragona, Teruel, Toledo, Valencia, Valladolid, Vizcaya, Zamora, Zaragoza.
Las diferentes desamortizaciones que sufrió España a lo largo del siglo XIX, aunque pueda parecer que fueron negativas para el arte eclesiástico conservado en monasterios, conventos e iglesias durante décadas, la realidad es que, a pesar de la pérdida de obras por su mala conservación en almacenes, una parte muy importante de ellas han quedado inventariadas y conservadas en las instituciones que se crearon en las diferentes provincias españolas. Punto y a parte es lo que hizo José I Bonaparte durante la invasión francesa. Es decir, como consecuencia de las desamortizaciones se crearon Museos provinciales, que estaban bajo el control de las Comisiones de Monumentos y de las Audiencias.