Recomiendo “El Francotirador Impaciente”. Una novela de Arturo Pérez Reverte muy recomendable, cuya trama argumental gira alrededor de los motivos artísticos de un grafitero de fama internacional. Un tipo como Banksy, pero en español, pero que no sucumbe a lo comercial como los ingleses, presentando su arte como la última transgresión posible en el mundo del arte contemporáneo alejado del mercado y sus vicios. Aviso, es una ficción con el conflicto habitual que propone Pérez Reverte entre lealtad de sus héroes y canallas.
El debate sobre arte urbano y grafiti y vandalismo está en la calle, nunca mejor dicho y desde hace tiempo, con una difícil clasificación por el soporte que emplea: La calle y los espacios públicos y casi siempre con una agresiva reivindicación social o política como temática. Son muchas preguntas y con ello los perroflautas se enzarzan en interminables debates y hasta sesudos seminarios y tesis doctorales que van desde Ciencias Políticas, Sociología, Hª del Arte…
Hace unos dias la obra “La Violonchelista” (Vigo) del grafitero, ahora artista urbano Hugo Lomas (a) Shifir, ha sido considerado el mejor mural del mundo.
La votación, abierta a todos los usuarios de Instagram, valoró la técnica empleada por este creador: La anamorfosis, es decir, la ilusión óptica que permite ver una imagen completa desde una perspectiva concreta. El artista pintó a una intérprete de violonchelo y jugó con las ventanas de las escaleras del inmueble, de modo que la luz que se filtra por los vidrios ilumina los trastes del mástil del instrumento.
En este sentido es de justicia empezar a plantearnos seriamente que desde el momento en el que un autor es capaz de crear una técnica con un efecto artistisco propio (anamorfosis), estamos hablando de creación y estamos hablando de arte, al igual que el Trampantojo barroco o el Cubismo.
He podido ver grandes obras Urbanas y desde luego, espontáneas no son. Son encargos pagados por un comitente, por lo que lo de “frescura de acción y transgresión”, lo podemos dejar aparcado.
Los propios artistas urbanos, reniegan del grafiti en el que se iniciaron. Entienden que la vandalización lo único que ha conseguido es el rechazo social, incluso que su obra debe convivir pacificamente con el patrimonio artistico, pero todos los comienzo son dificiles.
El Arte Urbano - Callejero, surge del Grafiti originalmente como acción vandalica, reivindicativa pero evoluciona y se distancia como una propuesta creativa, compleja y con una calidad y técnica. Como propuesta creativa no olvida su carácter provocador y reivindicativo, pero en muchos casos también ha evolucionado a interpretaciones artisticas muy interesantes, espectaculares, atrevidas en su desarrollo y bellas.
El espectador conservador todavía rechaza el Arte Urbano – Callejero. Lo entiende como una agresión visual empleando el espacio urbano y si encima tiene una connotación ideológica o reivindicativa, las críticas son mas virulentas ya que las considera propagandisticas. El arte a partir del utimo tercio del XIX es reivindicativo ¿Qué es sino el Realismo Social?.
Por mi parte se plantean otras cuestiones a partir de su consideración como arte ¿Debe conservarse esa obra para la posteridad? ¿Dónde? ¿En el espacio empleado por el artista, para el que se supone que está previsto (por los motivos que sean) o en un museo? ¿Qué pasa si ese espacio, por cuestiones de utilidad pública o necesidad privada se derriba o desaparece? ¿Si el muro pintado (el soporte de la obra) es de propiedad privada que derechos tiene el dueño de esa propiedad? ¿La administración debe ceder al artista un espacio público sin contar con la opinión previa de los vecinos sobre la temática que convivirá con ellos? ¿Qué tipo de entorno? ¿Qué valoración económica tiene esta obra si se emplea un espacio público? ¿Qué tipo de retribución debe cobrar el artista, ya que emplea lo público? ¿Cómo decoración urbana? ¿Quién debe pagarla?.
De los responsables de ayuntamientos me fío más bien poco, son políticos y a lo mejor, son tan incapaces como para pensar, unicamente que los grafitis pueden disimular los daños de un bien cultural o zonas degradadas que no saben mantener, léase el faro del Ajo en Cantabria, intervenido por el artista Okuda o Malasaña en Madrid.
También la iniciativa privada tiene mucho que decir. Que un propietario decida embellecer su edificio con este tipo de manifestación, debería ser menos complicado, como ha ocurrido con el Hotel Artmadams en Palma, que se convirtió en polémica por parte de una administración contra un propietario, enmascarando con subterfugios administrativos lo que en realidad fue una autentica cacería política.
De nuevo el buen royito electoralista, la incompetencia-ignorancia administrativa o los discursos teóricos gafapasta tienen la última palabra.
Pero mientras, los grafitis que no el Arte Urbano, nos comen por los pies.