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JUAN-CARLOS ARIAS

José Arias (1914-1992), el Policía del Arte

En 1958 José Arias tuvo un día feliz. Fotografió el Tesoro del Carambolo, . Su hallador, un albañil, fue detenido incomprensiblemente
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En 1958 José Arias tuvo un día feliz. Fotografió el Tesoro del Carambolo, . Su hallador, un albañil, fue detenido incomprensiblemente (Foto: © Juan Carlos Arias)
domingo 24 de marzo de 2024, 10:00h
El Inspector José Arias se jubiló 1979 en  Cuerpo Superior de Policía como Comisario Principal Honorario.
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El Inspector José Arias se jubiló 1979 en Cuerpo Superior de Policía como Comisario Principal Honorario. (Foto: © Juan Carlos Arias)
El inspector José Arias, padre del autor llevó a cabo diversas operaciones relacionadas con el arte y patrimonio durante los años 50 y 60

Siendo España el país de Europa con más bienes artísticos insertos en listas de la UNESCO, nuestras autoridades declinaron en gran parte protegerlos, restaurarlos y conservarlos. Llevábamos retraso sobre Italia o Francia. Bastantes joyas patrimoniales se exportaron y expoliaron sin recato, desde primeros del siglo XX hasta el tardofranquismo.

Las normas que regulaban y controlaban objetos con Historia eran laxas, inoperativas. Hubo poco celo para ejercitar el tanteo ante subastas, compraventas o exportaciones. A finales de los 70s las cosas cambiaron. Nuestras policías crearon unidades con expertos en cultura.

En 1986 Policía Nacional (PN) creó la Brigada de Patrimonio Histórico. Sucedió al Grupo de Obras de Arte, fundado en 1977. Se inserta en Comisaría General-Policía Judicial (CGPJ). La Benemérita, en 1978, fundó el Grupo de Patrimonio Histórico en su Policía Judicial-UCO. Ambos se interconectan con INTERPOL y EUROPOL.

Hasta la muerte de Franco (1975) las investigaciones policiales ante denuncias o delitos sobre patrimonio artístico seguían lo artesano, confidentes selectivos, el olfato, talentos personales y recursos mínimos. La sangre y la violencia priman la investigación policial española.

Un verso suelto encarnó la vocación policial. José Arias Galán dejó el uniforme de Alférez y medallas de dos guerras (Protectorado-Rif 1933-36 y Civil 1936-39). Opositó con éxito al Cuerpo de Investigación y Vigilancia en 1939. Sus destinos iniciales fueron Valladolid, Dantzarinea y Cartagena.

El entonces Inspector Arias estuvo en la Sevilla que le vio nacer casi toda su vida profesional. Allí lo destinaron en 1943. Y allí se jubiló como Comisario-Jefe del Gabinete de Identificación. Fue el primero de Andalucía de la hoy Policía Científica. Era introvertido, discreto, estudioso y minucioso sobre su pasión privada: rendirse al Arte. Sus pericias fueron la dactiloscopia y fotografía criminal en pro de la identificación. Considerado polivalente por sus jefes le encargaron lo más peregrino o insólito, lo que pocos harían.

Ya jubilado fue cuando relataba a servidor, hijo del policía, los esqueletos que descubrió en criptas de la Catedral de Sevilla. Se repartían en pasadizos interminables que conducían al Guadalquivir. Resultaron ser refugiados de guerras y prófugos de la Justicia cuyos delitos prescribieron. Sus compañeros de inspección ocular huyeron ante tanta canina.

A principios de octubre de 1958 José Arias tuvo un día feliz. Fotografió el Tesoro del Carambolo, joya fenicia. Su hallador, un albañil, fue detenido incomprensiblemente. Los atributos que honran a la Diosa Astarté aún polemizan entre expertos por sus posibles tartésicos.

Años antes, José Arias estuvo meses inventariando la colección de la Condesa de Lebrija. Regla Manjón (1851-1938) falleció sin hijos. Sus herederos pugnaron por cuadros, textiles, esculturas y mosaicos robados de Itálica. Se atesoran en un espléndido palacio de c/ Cuna en Sevilla. El policía dictaminó que fragmentar las joyas que compiló una noble con codicia infinita era grave error. Hoy un Museo al público lo comparte todo.

La inflexión policial de Arias fue cuando apostó por un curtido delincuente. Le culparon de un crimen que no cometió. Eduardo Olaya (1923-1974) era un copista genial. Lo explotaba un anticuario sin alma, Andrés Moro (1918-1999). La denuncia, de 1960, de una marquesa por un Velázquez que le colocó, teóricamente, Olaya desveló -en el atestado de Arias- que colgaba en el Palacio del Pardo. La ganga la compró Carmen Polo.

Aquella verdad del policía sucedió a un dispositivo secreto (Operación Sevilla) ordenado por Carlos Arias Navarro al frente de la DGS (nada que ver, el Carnicerito, con el Arias policía). Redadas de Brigadas Criminal y de Orden Público (¿¿??) en Madrid desvelaron, sin pretenderlo, una trama exportadora a EEUU y Alemania de copias de Olaya vendidas por originales.

La lideraba Stanley Moss, galerista neoyorquino con suite en el Palace. Trabajaba en equipo: Jose A. Llardent (logrero), Virginia Guitián (gancho), Emilia Casasnovas (secretaria) y José Milicua Illaramendi (autenticador). Astasio Egea (el almacenista) se suicidó ante su inminente detención. El valiente, después censurado, Julio Camarero en Pueblo publicó crónica de una trama que tapó el franquismo policial. El timo a La Collares, esposa del Generalísimo, era la razón.

INTERPOL se interesó por esa telaraña de piratas a la que se añadía el alemán Herbert Maier. La red, desarticulada e impune, exportó ilegalmente cientos, quizá miles, de lienzos originales y copias perfectas de Zurbarán, Greco, Velázquez, Goya, Picasso, Mengs...

Decir verdad de la fuente directa (Olaya) le costó a Arias un despido verbal. Lo pararon sus jefes y compañeros. Arias Navarro justificó, mientras, a INTERPOL que la trama era fruto del ‘sensacionalismo periodístico’ de Camarero. Las multas por contrabando del arte no se pagaron. El BOE publicó edictos tras intentar notificarlas al trío Moss-Llardent-Miicua.

Los detalles de Operación Sevilla las reúne EL FALSIFICADOR DE FRANCO (Samarcanda, 2023), obra de quien suscribe. Nadie, hasta ahora, documentó la originalidad de los cuadros de pintores clásicos españoles vendidos por Moss en museos de EEUU (Metropolitan, Norton & Simon, Cleveland), Prado, Thyssen más Galerías Nacionales de EEUU, Reino Unido, Australia, Canadá y Grecia.

José Arias, desde que le reclamaron su placa y pistola en 1960, calló. Siguió con las inspecciones oculares, reveló miles de fotos y huellas de los ‘malos’. Recién jubilado fue cuando confesó la injusticia sufrida y la de un copista que mejoraba originales sin firmar el lienzo por respeto al artista que imitaba.

En 1979 se jubiló del hoy desaparecido Cuerpo Superior de Policía como Comisario Principal Honorario. Sus compañeros, subordinados y jefes le quisieron homenajear y premiar con la ‘Roja’, medalla pensionada. Renunció a ello, también a pensión como oficial del ejército. Bastó que le permitiera la Policía plasmar su vocación y espíritu irredento de servicio.

Los huecos de Arias en su agenda profesional en Madrid los llenaba en el Prado. Los fines de semana en Toledo, extasiado con el Greco. En Sevilla, repetía rendidos rezos ante la Virgen de la Servilleta de Murillo. Era persona de las que vemos en museos sentados, callados e iluminados ante una obra de arte que disfrutaba. José Arias fue el policía del arte. DEP.

Juan Carlos Arias es Detective Privado y Escritor

Con Licencia de Detective nº 249

Dirige la Agencia ADASPAIN

autor de "EL FALSIFICADOR DE FRANCO"

el inspector José Arias tuvo que inventariar la colección de la condesa de Lebrija
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el inspector José Arias tuvo que inventariar la colección de la condesa de Lebrija (Foto: © Juan Carlos Arias)
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