REDACCIÓN.
En 2021, cuando Madrid se recuperaba de la pandemia , los servicios municipales de limpieza eliminaron 167.693 metros cuadrados de pintadas en fachadas de edificios, cifra que se elevó a 321.862 metros cuadrados en 2022 (un 92% más) y que se disparó a los 722.534 metros cuadrados en 2023, un incremento del 124,5% respecto al año anterior.
Los datos eran tan preocupantes que el Ayuntamiento de Madrid decidió crear en noviembre del año pasado una unidad especial en la Policía Municipal para combatir a los grafiteros que ensucian la ciudad.
La Policía Municipal creó SEPROPUR en noviembre de 2023, un equipo de 39 agentes que trabajan las 24 horas del día para perseguir el vandalismo grafitero.
Esta nueva unidad se suma a la puesta en marcha, en septiembre de 2022, de las patrullas ‘antigrafitis’ habilitadas por el Área de Medio Ambiente y Movilidad: 12 equipos formados por 55 efectivos del SELUR dotados de más medios materiales y económicos para eliminar las pintadas. Solo en 2023 destinaron casi seis millones de euros para agilizar y hacer más eficientes las intervenciones. Retiran incluso los grafitis sobre superficies metálicas, metacrilatos y plástico, que antes no se cubrían.
Las sanciones se rigen por el artículo 20 de la Ley 3/2007 de Medidas Urgentes de Modernización del Gobierno y la Administración de la Comunidad de Madrid. En diciembre de 2019, el Ayuntamiento endureció los importes por esta infracción, gracias a márgenes que permitía la legislación. Algunas multas se llegaron a duplicar o triplicar.
Así, por ejemplo, en el caso de las pintadas sobre cierres comerciales o elementos asociados a actividades económicas, la sanción se elevó de 500 a 1.000 euros; Sobre mobiliario urbano, muretes y puertas, pasó de 300 a 600 euros; en edificios emblemáticos las multas por pintadas de menos de un palmo ascienden a 2.000 euros y las que lo superan, a 3.000 euros.
Las pintadas que causan daños por encima de los 400 euros pueden ir a la vía penal, también las pintadas que vandalizan patrimonio histórico. En este último extremo, al grafitero le pueden condenar con penas de entre seis meses hasta tres años de cárcel, dejando antecedentes penales.
María Luisa Robles, jefa de la Comisaría de Medio Ambiente y Urbanismo de la Policía Municipal de Madrid, dirige la Sección de Protección del Patrimonio Urbano de Policía Municipal (SEPROPUR), la unidad que lucha contra la proliferación de grafitis incívicos.
En los cinco primeros meses de trabajo (noviembre y diciembre de 2023 y enero, febrero y marzo de 2024), el SEPROPUR ha llevado a cabo más atestados en materia de grafitis (49) que en el resto de meses de 2023 (17). Además, en estos cinco meses ha tramitado 109 expedientes, 61 informes, 139 denuncias y tiene 17 investigados tras 273 identificaciones, con cinco remisiones a Fiscalía, los agentes ya tienen en su base de datos a unos 300 grafiteros que actúan en la capital.
¿Cómo trabaja el SEPROPUR ?
Esta unidad recibe diariamente los avisos de nuevas pintadas que les llegan de las comisarías de distrito y de denuncias de particulares. Con toda esa información se trazan mapas de riesgo por donde se mueven los grafiteros. Luego se analiza pintada a pintada, para identificar a posibles autores. Investigan junto a los servicios policiales de grafología su posible autoría, especialmente aquellos que puedan afectar al patrimonio histórico. Para la unidad es vital la ayuda de cámaras públicas y privadas, contando además con programas de inteligencia artificial.
¿Cuál es el perfil de los grafiteros?
Gente joven que se inicia a partir de los 14 años, mucho treintañero, y también veteranos que superan los 40-45. El perfil del grafitero suele ser el de una persona con estudios de Bellas Artes, Diseño gráfico o similares que lleva haciendo pintadas desde pequeño. Aunque pueda chocar que alguien que tenga esa sensibilidad artística sea capaz de agredir un muro histórico o un Bien de Interés Cultural (BIC), lo cierto es que estas personas buscan el mayor reconocimiento de sus ‘obras’ pintando en lugares visibles y, por ello, no dudan en dejar su firma.
El movimiento está tan extendido que hay tiendas donde compran los materiales. Una de ellas, en la zona de Retiro, tiene incluso una máquina de ‘vending’ que comercializa los aerosoles y las pinturas las 24 horas del día. Por cinco euros tiene uno.