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La importancia de llamarse Goebbels

domingo 18 de mayo de 2025, 10:00h

Leo que los pobres de Christie’s se están enfrentando a un nuevo episodio sobre procedencias extrañas de las obras de arte que van a vender.

Los subasteros británicos proceden de la tradición mercantilista más salvaje del siglo XVIII, en la que vender a su hermana o su hija, siempre que la oferta fuera la más adecuada en modos y maneras, no suponía ningún reparo. Son así. Mezclar ética y beneficios es algo que no está en sus manuales de escuelas de negocios y lo consideran casi un oximorón.

Los subasteros ingleses son muy prudentes con esto de la imagen y reputación en los últimos años tratan de esforzarse, en sacudirse de encima la porquería que supone situarse entre ser receptador o perista, aunque está claro que todavía y como se dice en el colegio “les falta progresar adecuadamente”. Digamos que lo intentan, pero la cabra tira al monte y demonizar a Adam Smith es como para un católico imaginarse a la Madre Teresa de Calcuta en el casino de Montecarlo.

La turbia relación del expolio nazi y el mercado del arte, no ha terminado, es más, creo que todavía, vemos sólo la punta del iceberg. Aquello derivó en un cambalache de tal magnitud y ha tendido implicaciones fundamentales en la creación de las colecciones privadas y publicas de todo el mundo.

También esto del expolio ha provocado ríos de tinta. Quienes fueron los protagonistas, víctimas y aprovechados, quienes participaron, responsabilidades y vergüenza. A veces en relación a la ignominia se confunden y omiten sabiamente nombres y apellidos, y otras, como es el caso que nos ocupa, puede llegar simplemente al ridículo.

La demonización del pueblo alemán, por haber sido simplemente alemanes desde 1933 a 1945, ha sido un baldón que no ha terminado. Digo yo que ni todos los ingleses son unos colonialistas salvajes, ni todos los americanos tienen cabelleras indias en casa, ni los todos los belgas tengan manitas de niños congoleños como llavero. Pero es lo que tiene haber perdido una guerra.

Pues bien , ahora le toca a una bisnieta de Magda Goebbels, por ser simplemente descendiente en ¡Cuarto grado!, de aquella sicópata desequilibrada. Resulta ser que Patricia Halterman, la bisnieta, falleció prematuramente en 2005 con 38 años (es decir nació en 1967) y sus hermanos, ahora van a vender una escultura de Cadler de su propiedad. Parece que ahora se reclama pedir responsabilidades históricas a esta familia por esa coincidencia familiar.

He leído el árbol genealógico y si, parece ser descendiente del primer matrimonio de aquella mala bestia. ¿Qué sus abuelos hicieron fortuna durante el régimen nazi? Muchos lo hicieron, como los Thyssen, los Porsche y otros tantos, y los descendientes son una fortuna en Alemania.

Parece como si todas las fortunas de Alemania actuales tuvieran las manos manchadas de sangre. A estas alturas de la copla y basándonos en semejante paranoia, no entiendo porque no se les exterminó a todos los que estuvieron vinculados con Hitler: ex novios y novias , ex parejas, hijos legítimos y bastárdos , al perro, al jardinero, el médico que les atendía, el pastelero, y a la madre que los parió a todos ellos, en una especie de venganza gitana y así, erradicar de raíz el Mal Puro, menos a los descendientes de Schlindler, claro, que simplemente esclavizó y preservó a judíos para mantener sus cuotas de producción.

Ser la bisnieta de Goebbels en este caso es una infausta casualidad histórica, no lo dudo, como lo es ser bisnieto del tipo que apretó el botón que soltó la bomba atómica sobre Hiroshima o el bisnieto de Stalin, un tal Yakov Iosifovich Dzhugashvili. Yo sin ir más lejos soy tataranieto de un señor que dicen las malas lenguas, tenía un Ingenio azucarero en Cuba con negros incluidos y por eso ni me acerco a Cuba.

Aquí los únicos bisnietos que importan, son los de Franco.

Creo que si se piden responsabilidades históricas a descendientes de 4ª o 5ª generación de algún “apellido ilustre”, no se libraría ni Dios. La lista de Bestias Negras de la historia de los criminales de lesa humanidad es infinita desde 1900, de este a oeste y de norte a sur.

La escultura es de 1956, es una pieza absolutamente limpia. Patricia Halterman la compró en 1997. No sé que vinculación y responsabilidad tiene una cosa y otra con el expolio nazi.

Patricia Halterman vivió siempre en Nueva York como cualquier niña inmensamente rica, ausente y anónima en una corta existencia, disfrutando de su colección de arte y en todo caso, agradeciendo que aquel súcubo de Magda Goebbels, no envenenase de paso a los hijos de su primer matrimonio, es decir a su abuelo.

Vincular una escultura de Cadler y a una coleccionista que fue bisnieta de aquella mujer, me encaja más en una burda, rebuscada, torticera y macabra estrategia de marketing por parte del vendedor.

Técnicas que las subasteras inglesas manejan con la misma soltura como manejarían tal que fuera, la venta de su tía Agatha.

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