Cuando estudié Historia del Arte, conseguí Matricula de Honor por mi tesis en Teoría del Arte, titulada "Culo Veo, Culo quiero". Obviamente aquello me catapultó como experto académico y una autoridad nacional en la cuestión, aunque por no dar un disgusto a mi madre no lo profesionalicé en ningún sentido, más allá de Clases Magistrales en mesas de terraza y con un vermut, que es donde se siguen estudiando y analizando los culos hoy en día.
Traseros admirados ha habido muchos, desde aquella primitiva Venus de Willendorf, pasando por los de Rubens y Tiziano para satisfacción de Felipe II, siendo los de Boucher y Fragonard los más procaces. La elegancia del trasero regresó gracias Ingres o Baudry, conviviendo con las fantasías de Coubert, Collier y Reveco. De todos ellos, me quedo con el de la Venus del Espejo de Velazquez, tal vez el más glorioso del Barroco y sin menoscabo por la untuosidad de los culos de Sorolla. Los de Ramón Casas fueron culetes muy burgueses. De Barcelona, vamos. La nalga pasó sin pena ni gloria en las Vanguardias y se recuperó de nuevo y de manera alarmante con Botero.
Hoy sufrimos la demonización del pandero en el arte, y allí donde deberían estar más orgullosos de ello por haber sido los grandes descubridores del rabel como motivo del pensamiento estético humanista, lo desprecian y atacan.
Italia, país que se debate desde hace décadas entre la pasión y marketing por las curvas de sus hembras y su represión, ya sea beata o feminista, siempre nos dará glorias, como la del pasado 2 de mayo, cuando en un pueblecito pesquero de Puglia que se llama Monopoli se inauguró una escultura pública, encargada por el ayuntamiento y hecha por estudiantes (ellos y ellas) de la escuela local de arte y que representa a una sirena.
La verdad es que la escultura es mala, no nos engañemos, el problema es que a la sirena la representan con un culazo que ríete del de la Kardashian y unas tetas que tampoco son normales aquí en el planeta Tierra. Entiendo que se quejen los biólogos marinos por falta de rigor y hasta los ingenieros navales, ya que con semejantes ancas, se desafían los mínimos principios de navegabilidad y naúutica, pero de ahí a condenar la visión, creatividad y realización artística de unos estudiantes de arte, me parece ya no triste, sino grave ingerencia de la paranoica sexualización global.
Está claro que hay fallos en la escultura. Yo no conozco iconografía marina alguna (al menos en occidente), en que el trasero de las sirenas sea visible, ya que las escamas les llegan a la cintura y sino me remito al chiste de los pescadores gallegos, que cuando uno, pescó una de ellas y la tiró al mar de vuelta, el otro preguntó angustiado "¿Y por qué?" , y el otro flemático respondió "¿Y por donde"?. Tampoco hay referencias estilísticas de conchas y estrellas de mar en las tetitas. Eso es de stripteases de las Vegas y de Disney. Su padre Poseidon las hizo así para no tener disgustos y preocupaciones, ni con sus hijas las sirenas ni con sus hijos tritones.
El italiano siempre ha admirado la rotundidad de sus mujeres y la italiana las ha envidiado, pero ambos finalmente lo han elevado con orgullo a icono nacional. A nosotros nos dio por el Toro de Osborne y su escroto, que quieren que les diga.
Seguramente a los estudiantes de la Escuela Luigi Rosso de Monopoli seguramente les indicaron "queremos algo que sea, culturalmente reconocible como italiano" la cagada fue cuando la concejala feminazi de turno, seguramente añadió "!y reivindicando el poder la mujer¡". Y así la asociación icono italiano + mujer+ pueblo de pescadores, no daba para mucho más y así con la impulsibidad de la juventud y las ganas de terminar el encargo, se les ocurriría lo de la sirena. Si se piensa bien, una sirena es poderosa, independiente y no se somete al macho, porque no puede, pero si lo atormenta. Sino que se lo digan al pobre Ulises.
El estado italiano parece que se lo ha tomado en serio con los ataque vandálicos Ecocretinos contra el arte, pero el ayuntamiento de Monopoli me parece que ha abierto la caja de Pandora neo-sufragista y la sirena va durar menos, que una chocolatina en sala de diabéticos.
Ahora bien:
¿Han preguntado qué les parece la escultura a los pescadores de Monopoli? ¿Alguien se ha interesado con que ilusión saldrán ahora los chicos a faenar? ¿No es mejor que fantaseen con semejante criatura mitológica en alta mar, que encontrarse con la realidad a bordo de una patera?.