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Jorge Llopis Planas

La estigmatización de las Vanguardias Rusas

'rectángulo negro y cuadro rojo' (Museo Albertina, Viena) fue pintado entre 1972-75
"rectángulo negro y cuadro rojo" (Museo Albertina, Viena) fue pintado entre 1972-75 (Foto: ©CreditAchim Kukulies)

¿Tiene alguno en casa?

domingo 12 de mayo de 2024, 10:00h
Leonid Zaks no tiene claro de donde salieron los 200 cuadros de su colección
Leonid Zaks no tiene claro de donde salieron los 200 cuadros de su colección (Foto: © BBC)
Las colecciones que infectaron el mercado del arte

Nos hallamos ante un caso generalizado de fraude y falsificación que ha afectado a uno de los movimientos artísticos clave en el siglo XX sufriendo un descrédito continuado de la obra de los artistas que participaron, y que hay supone un grave riesgo para las adquisiciones recientes coleccionistas y las pasadas realizadas por instituciones. Son las llamadas Vanguardias rusas.

Vanguardia rusa es un término usado para definir la enorme e influyente oleada de arte moderno que emergió en el Imperio Ruso y la Unión Soviética aproximadamente entre 1890 y 1930, su clímax creativo y de popularidad internacional comprendido entre la Revolución rusa de 1917 y 1932. Aparecen una serie de movimientos artísticos propios y absolutamente diferentes a la tradición pictórica rusa que mostraban al mundo un nuevo arte surgido al amparo de la revolución. Abarcó todas las ramas del arte: pintura, escultura, teatro, cine, carteleria, y arquitectura, decoración y diseño con nuevos discursos estéticos y políticos.

Bajo este nombre de Vanguardias se incluyen corrientes artísticas coetáneas como el Suprematismo, el Constructivismo, el Rayonismo, el Cubofuturismo el Simbolismo o el Neopriomitivismo. Y de la que son representantes artistas cómo Kazimir Malevich, Alexander Rodchenko, Vladimir Tatlin, Natalia Goncharova, Liubov Popova, Alexandra Exter, Ivan Kliun o Robert Falk, entre otros.

Rusia, que hasta antes de la I Guerra Mundial había participado de las tendencias artísticas más importantes de Europa como el cubismo y el futurismo, decidió enfocar al arte a una faceta más social, aunque con denominadores comunes: La lucha contra las tradiciones, procurando el ejercicio de la libertad individual y la innovación.

A partir de 1923 el régimen totalitario de Stalin comienza a derivar a una nueva estética: El Realismo Socialista que a partir de 1930 será la única estética artística oficial y permitida y las Vanguardias pasan ser consideradas contra revolucionarias y proscrita por el dictador. Las anteriores entraron en el ostracismo y hasta su prohibición y las colecciones privadas de esta pintura y autores , si las hubieron pasaron a formar parte de la leyenda.

La mayoría de los artistas de las Vanguardias eran además, de origen judío y se exiliaron y desarrollaron su carrera en las capitales artísticas de Europa (Paris, Viena, Berlín, Budapest), hasta que llegó la segunda purga para el arte moderno: La Nacionalsocialista y las Vanguardias entraron con pleno derecho y por la puerta grande en la categoría de Arte Degenerado (Entartete Kunst) por ser obra realizadas por judíos, soviéticos, bolcheviques y su dispersión, perdida y mercadeo convirtiéndose a partir del primer Documenta Kassel de 1955 en objeto de culto y deseo artístico y coleccionista.

Aunque hubo muchas pérdidas, las creaciones de los innovadores radicales de su época (artistas rusos, ucranianos y judíos) muchas de estas obras lograron sobrevivir a las calamidades del régimen soviético, la Segunda Guerra Mundial y el Telón de Acero, pero desde, luego tampoco hubo una producción tan masiva.

Tampoco hay que olvidar que durante la Revolución se suprime el mercado del arte en el país y por extensión las galerias, circunstancia que no facilita en absoluto crear una trazabilidad coherente de las obras.

Desde hace una década cualquier pintura de este periodo que surge en el mercado, está irremediablemente condenada a la sospecha de falsedad. Las colecciones museísticas, fundamentalmente americanas están revisando la originalidad de las mismas y las colecciones privadas basadas en cualquiera de estas Vanguardias están sufriendo una depreciación alarmante ante la aparición masiva y constante de obras falsas que inevitablemente ponen bajo sospecha las que podrían ser consideradas como auténticas.

Del Paraíso Socialista al Edén del nuevo rico.

Con la desaparición de la economía planificada soviética, el mercado del arte surgió de la clandestinidad e inmediatamente lo invadió todo en Rusia en la década de 1990. Las nuevas fortunas rusas quisieron imitar a las occidentales en una competición desmedida pero con un grave riesgo. Esos nuevos oligarcas no tenían ni idea de arte, sólo sabían de dinero y la manera legal o ilegal de conseguirlo. Oligarcas que están amparados por el Estado por su connivencia con el régimen de Putin.

En un furor por recuperar la grandeza perdida, los coleccionistas rusos y por extensión en Occidente quedaron de nuevo fascinados por las Vanguardias. Y eso provoco la irremediable demanda de obra que probablemente no existían .

Durante un tiempo, las imágenes “rusificadas” (pequeños paisajes europeos del siglo XIX o retratos modificados para parecer rusos) inundaron galerías y anticuarios de Moscú y se abrieron paso hasta Occidente, apareciendo incluso en importantes subastas desde Múnich hasta Madrid

Ley de la demanda y la falsificación

Los expertos aseguran que Las primeras falsificaciones de la vanguardia rusa que inundaron Occidente fueron pinturas y dibujos suprematistas, que comenzaron a aparecer a finales de los años 60 y 70. Estas composiciones que se construyen a partir de elementos geométricos simples parecían fáciles de replicar.

Los compradores rusos entraron en el mercado y la nueva demanda provocó lógicamente una ola de falsificaciones para satisfacerla. Una producción muchas veces mayor que la producción de falsificaciones en la primera mitad de los años 1990.

La primera gran partida de obras falsas aparece en el 2000 procedente de un coleccionista judío ucraniano Leonid Zaks. Éste presentó en Bielorrusia la colección a principios del milenio, explicando que se trataba de un legado familiar que había permanecido oculto durante 50 años procedente, según le daba el día, de dos o tres generaciones atrás.

El hallazgo, presentado a bombo y platillo en Minsk por su dueño de entonces –Leonid Zaks–, supuso todo un acontecimiento nacional, sobre todo porque incluía más de 200 piezas pertenecientes a uno de los periodos más fructíferos e interesantes de la Unión Soviética.

Muchas de aquellas pinturas inéditas llegaron a exponerse en varios lugares, como el Museo de la Biblioteca Nacional de Bielorrusia –en 2010– o la galería Orlando de Zúrich, donde se organizaron diferentes muestras entre 2007 y 2014, tiempo durante el cual se fueron vendiendo las piezas por valor de cientos de miles de francos suizos vendiéndose entre importantes coleccionistas y museos como Instituto de Arte de Minneapolis (2 obras), el Museo de Arte de Cleveland.(1), en la mundialmente famosa Galería Albertina de Viena (1).

Y el escándalo llegó a los museos.

En 2009, una exposición en el Museo del Castillo de Tours, Francia, dedicada a Aleksandra Ekster, fue cerrada después de que se cuestionara la autenticidad de las obras expuestas.

En 2107 La colección estatal de Renania del Norte-Westfalia en Düsseldorf y el museo Albertina de Viena descubrieron recientemente que entre sus fondos había falsificaciones.

En 2018 el Museo de Bellas Arte de Gante tuvo que suspender una exposición de arte ruso con 26 piezas, prestadas por el empresario ruso Igor Toporovski: 12 eran falsas.

¿El judaísmo como argumento de falsificación?

Estas obras tienen procedencias muy vagas en las que se repiten una y otra vez ciertas afirmaciones: Primero , se dice que proceden de colecciones privadas hasta ahora desconocidas o que fueron introducidas de contrabando a Israel por los miles de inmigrantes en los años 70 o que fueron retiradas de su acceso por museos provinciales en las ex repúblicas soviéticas (práctica terminantemente prohibida).

Segundo. El hecho que en su práctica mayoría se trate de artistas judíos la conservación de su obra en secreto, por parte de esta comunidad preservaría su legado.

Tercero, se asegura que fueron confiscadas y ocultas durante medio siglo por la antigua KGB , aunque los expertos dicen que no hay un solo caso documentado de obras de vanguardia surgidas de los siniestros sótanos de la KGB.

En el caso Leonid Zaks, ahora ciudadano de Israel. Aseguró que sus familiares habían reunido esta colección única al recibir algunas de las obras maestras como obsequio de campesinos bielorrusos y comprando el resto en tiendas de anticuarios estatales en Moscú o Minsk en la década de 1950.

En el caso del galerista judío alemán Itzhak Zarug, el asunto es más evidente. Se le ha acusado y encarceló por falsificación de obra y documentación junto a su socio Moez Ben Hazaz, con el que infectó el mercado con falsificaciones de artistas como Chagall o Malevich

Hace pocos días en Pecados del Arte se publicaba la noticia, que Itzhak Zarug, había recuperado en 2019 un lote de ¡1.800¡ pinturas de este periodo, que las autoridades alemanas incautaron en 2015 bajo sospecha de falsificación.

Se da la circunstancia que el galerista ya había condenado en 2013 por falsificación de obras y documentación (Provenance). No quiero decir que las pinturas sean falsas, pero esta devolución estaba envuelta en un extraño caso: Zarug había vendido en 2015 , 800 obras a un coleccionista palestino cuando todavía las pinturas estaban bajo sospecha y custodia policial. Cuando en 2019 las obras fueron devueltas, se divide el lote y las 800 obras compradas por el coleccionista, fueron robadas. ¿Una manera zafia de sacar de circulación obras falsas?.

Certificando la falsedad

La nueva Rusia seguía siendo hermética y si antes la información sobre está pintura era difusa y estaba proscrita, ahora los procedimientos e instituciones que debían regularizar y dar fe de autenticidad eran igualmente opacos.

El estado ruso respaldó a sus benefactores y amigos que habían comprado cientos de obras. Para ello blindaron o limitaron la autoridad y capacidad para poder autenticar este tipo de obras y más aún tratándose de artistas y glorias artísticas nacionales. Nadie podía certificar estas obras sino eran expertos rusos.

Así, los principales museos e institutos de conservación estatales rusos, incluidos la Galería Tretyakov y el Centro de Restauración Grabar, se dedicaron a emitir certificados de autenticidad.

Estos documentos suelen ser breves: una o dos páginas que indican que la obra en cuestión puede atribuirse a un determinado artista. Rara vez contienen información específica sobre la génesis de una obra o comparaciones detalladas con otras obras similares del artista.

Varios historiadores del arte destacados que comenzaron sus carreras como académicos estaban autenticando obras de vanguardia rusas. La cuestión era ¿Quienes eran los expertos rusos “cualificados” para certificar arte que había sido proscrito de los museos? Pero tal vez lo más importante ¿Qué museo se atreve a certificar una obra de arte para particulares? Contraviniendo el Código de Deontología de ICOM (Consejo Internacional de Museos que desde 1986 prohíbe expresamente esta práctica, el gobierno ruso ignoró esa prohibición.

En 2005, dos marchantes en Moscú, Tatiana e Igor Preobrazhensky, fueron detenidos por vender cuadros rusificados y se hizo público que se habían vendido cientos de esos cuadros y que la Galería Tretyakov, el Centro de Restauración Grabar y otras instituciones habían emitido certificados para varios de ellos.

Una investigación interna de Tretyakov estableció que 212 pinturas rusificadas habían sido examinadas por el departamento especializado del museo, que había reconocido 116 de ellas como fraudulentas y certificado erróneamente 96 como genuinas.

En 2006, el Ministerio de Cultura ruso prohibió tardíamente a las instituciones bajo su control participar en la certificación comercial de obras de arte. El descrédito creo un vacío. Si Las instituciones rusas como garantes oficiales de las obras de este periodo no podían certificar ¿quién podía hacerlo?.

Las obras seguían llegado a las subastas y galerías alcanzando precios y cotizaciones nunca inferiores a los 300.000 €. Por Ejemplo: en el caso de Malevich a los 49 millones de dólares en 2008, Goncharova, 3,8 millones , Exter 615.000 €, Popova 2 millones €[1] .

Desde los años 50 y fuera de la Unión soviética primero y después rusia, diversos especialistas estaban realizando o compilando los catálogos razonados de muchos de ellos de manera independiente ante la negativa, secretismo y posturas oficiales rusas. Estos expertos fueron considerados por las instituciones rusas como espurios o no válidos, pero en el mercado, la inquietud aumentaba por el numero masivo de falsificaciones que aparecían.

Por ejemplo Anthony Parton trataba de poner algo de cordura en el corpus de Goncharova con su libro The Art and Design of Natalia Goncharova (volumen que fue objeto de críticas furibundas por parte del gobierno ruso, que lo tachó de “investigación criminal”). Por su parte la fundación Kandinsky en París creada por la viuda del artista se considera la única fuente fiable y reconocida por el mercado para la autentificación de las obras del artista debido al gran esfuerzo en la compilación el catálogo razonado del ruso.

En 2007 se formó una nueva organización de expertos para autentificar las obras de vanguardia rusas. llamado Cámara Internacional del Modernismo Ruso, o InCoRM , el grupo, con sede en París, está formado por más de una docena de expertos de Europa occidental y Rusia, entre ellos Chauvelin, Dzhafarova, Kovalenko, la académica francesa Nadia Filatoff y la académica alemana Ariane M. Hofstetter.

Los escándalos de fraudes o falsificaciones se han hecho cada vez más frecuentes, hasta el punto de que en 2016 tuvo que crearse una institución para velar por la correcta atribución de estas obras: la Russian Avant-Garde Research Project (RARP). No es la guardiana absoluta porque no emite certificados, pero sí que ayuda a despejar dudas sobre todas esas pinturas que circulan sin orden ni concierto por el mundo.

¿Es definitivo? De nuevo, el tiempo lo dirá pero desde luego poner en marcha tanta entidad de autentificación y editar catálogos razonados que rebaten lo anterior es lo menos apropiado. El mercado es muy sensible a estos devaneos y necesita certezas. ¿Cuál será el criterio de autentificación aceptado por salas de subastas y coleccionistas? ¿Obras qué estaban en el mercado antes de los 90?. con falsificadores de procedencia como las de Itzhak Zarug, tampoco sería una garantía.

Desde un punto de vista objetivo, no se logra entender todavía la falsificación masiva de estos autores, más allá de la codicia irracional y una falta de perspectiva del mercado por parte de los estafadores, ya que la duda permanente, planea y continuará sobre la obra de los artistas de las Vanguardias rusas.

[1] datos de ARTPRICE y sólo relativos a óleos y en el mismo año de venta

'Ciudad italiana junto al mar', supuestamente de Alexandra Exter y procedente de la colección de Zark
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"Ciudad italiana junto al mar", supuestamente de Alexandra Exter y procedente de la colección de Zark (Foto: © Museo de Arte de Mineapolis)
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